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herejes. Del R ey de España nuestro Felipe II, dijo y probó en
plena, incomparable y sacrosanta asamblea tridentina, aquel
otro ingenio nuestro, D . Fernando Vázquez Menchaca, asom­
broso jurisconsulto del siglo de oro español é inquisitorial, ser
el monarca más soberano y poderoso de todos los Reyes pasa­
dos y contemporáneos, en vasallos, Estados, territorios y es­
plendor. Con ocasión de las cartas y demás obras inimitables de
nuestra mística Dcctora Carmelitana, prueba lo mismo el doc­
tísimo Archivero de esta corte, Sr. D . Higinio Ciria y Nasarre,
en su precioso libro Santa Teresa y Felipe II.
Precede á la obra un prólogo tan erudito como filosófico, en
que se comparan los hombres y tiempos pasados, con los hom­
bres y tiempos modernos. Aparecen allí de relieve los genios
incomparables de los siglos de la santa fe católica, el Gran
Capitán, D. Femando y dofia Isabel, el Emperador D . Car­
los V , Felipe II, el duque de Alba, católico y español como
pocos, y por eso mismo, como pocos aborrecido y detestado
de luteranos, calvinistas, hugonotes y de necios; D. Juan de
Austria, Alejandro Famesio, Cortés, Pizarro, Valdivia y cien
otros colosos de la guerra, de la religión, de la Teología, filo­
sofía, poesía y de toda ciencia y arte del humano saber. Y por
vía de antítesis, hace desfilar el Sr. Ciria en este proemio á
la familia vitanda masónico-Iiberal con sus persecuciones tena­
ces, inicuas y constantes á la verdadera civilización y resplan­
dores del Evangelio, desde Carlos 111 y sus cortesanos, los
Arandas, Mofiinos, Rodas, Azaras, Campomanes, sus hijos y su­
cesores, hasta los días tristes, obscuros, tertulios, vinosos y de
incomprensible jolgorio que atravesamos.
Tras las noticias comparativas, tan copiosas como interesan­
tes, del prólogo, ofrécese en el nuevo libro del docto Archivero
matritense el examen de un número considerable de cartas déla
ínclita Doctora Santa Teresa, dirigidas á la «sacra, cesárea, ca­
tólica majestad del Rey nuestro señor», como ella misma escri­
bía al reverendísimo General del Carmen, á la Madre priora car­
melitana de Sevilla, al P , F r. Jerónimo Gracián, á Roque de