1 - DSpace CEU

ünamunos complutenses y salmantinos. H echo un R o-
manones, de una plumada suprimió el catecismo.
iCaballeros, la que se armó contra el calvo 1 Que si
no se para, el encontronazo que dió contra el padre As-
tete, fué tan duro, que á poco se escrisma! ¡Qué se
escrisma! Por escrismado y muerto se dió ya un anochecer
de aquéllos, huyendo de la turba y escondiéndose,
á fm de salvar la vida, en una casa que no cono­
cía. Y dijo en su aturdimiento:
Si de ésti salgo y no muero,
H ago paces con el cielo.
Pero no h s hizo: genio y figura... Y se refugió en el
Teatro, á donde parece que llevó la desesperación de
sus fracasos anteriores.
Por lo menos se retiró de la política con sus treinta
mil, por supuesto, de cesantía, si nó como premio de
sms triunfos, como lenitivo de sus amarguras; y se retiró
á la vez de su memoria la imagen de la trenza in ­
combustible y el recuerdo del decreto prohibiendo el
catecismo. No habla nunca, ni distraído, de esas cosas.
Siguió en el teatro descompuestos los nervios, y ha
llegado á descomponerlos á todos los demás, dramaturgos
y espectadores, con raras excepciones.
No quiso curarse de la vesania que lo llevó á la era
del Mico, y creyó en su frenesí que desde el Príncipe
iba á dejar vacío el cielo, empresa no difícil para su talento,
pues que se reducía á borrar la idea de Dios; y
borrada esa idea, según él, ya no hay Dios.
Y no le fué mal, porque si no encontró en el Parnaso
musa que le inspirara, encontró empresario que
le sopló y le hinchó. ¿Quién no recuerda aquellas apo­