Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
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Menos mal; tropiezo al paso el edificio del correo, reconocido por sus buzones -en un<br />
chaflán. Deposito las cartas, que no había querido dejar en el del buque.<br />
De todos modos, mi oferta a Lucía constituye un empeño de honor que habrá de realizarse.<br />
Dejo atrás calles y calles. En una explanada que da al campo, encinturada a lo lejos por el<br />
perenne boscaje de arbustos, deténgome a ver maniobrar un regimiento de Infantería. La<br />
mitad ingleses, la mitad indígenas, con iguales uniformes y cascos blancos. <strong>Al</strong>gunas<br />
humildes casas de palo, acogidas en los senos de la fronda, indícanme que empiezan quizás<br />
aquí dispersas las indias barriadas.<br />
Vuelvo atrás. Colombo es grande. Si las calles no aparecen siempre suntuosas, tienen esta<br />
recta y limpia espaciosidad de avenidas de jardín.<br />
Son frecuentes los edificios aislados por verjas, entre flores. -Bendigo luego la fortuna de<br />
leer en un tendido transparente: «Pharmacy»... Ya dentro, deploro mi olvido del latín; este<br />
farmacéutico inglés lo sabrá, puesto que rezan las verdes etiquetas: «Acquae fontis»...<br />
«Oleum serpentorum terrarum»...<br />
-¡<strong>Al</strong>cohol!... un demi-litre d'alcohol!<br />
¡Pas plus, mon Dieu! -reniego en lengua de Zola. Un infiernillo me salva...: lánzome a su<br />
lamparita y señalo: ... «de ça... voilá... alcohol... fú, fú!»<br />
-¿No basta? «¡<strong>Al</strong>cohol! ¡<strong>Al</strong>cuail!» -varío la frase por si se pronuncia como el jai lai de mi<br />
dominio.<br />
-¡Eh, yes... veriguell... Antimoni!... ¡spirits of wain! -le escucho.<br />
-Yes, yes... spirits of wain! -me apresuro ansioso a recoger.<br />
-¡Yes, yes... alcohol!... yes...<br />
El hombre va al estante, coge un frasco... Y me pasma leer en él, sin que le falte una letra:<br />
«ALCOHOL»... ¿Por qué, pues, no me entendían? ¡oh!... Con otro frasco bien taponado y<br />
envuelto en coquetón papel flordelisado tórtola, vuelvo triunfal a la calle. Miro el reloj; las<br />
nueve. Temprano para almorzar. Hemos madrugado a bordo con el alba.<br />
Sigo Colombo adelante. Tomo la probable dirección de la playa, que vi por una esquina<br />
poco ha. Mas no he caminado cien pasos, cuando oigo a grandes voces roncas, cual podría<br />
gritársele a un buey desmandado:<br />
-¡Eh! ¡mi capitán! ¡mi capitán!