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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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Me inspiran curiosidad estas recónditas razones de «la alegría del mal ajeno» que me asalta<br />

algunas veces. Recuerdo, por ejemplo, haberla sentido al saber que había muerto un<br />

ministro general a cuyo influjo iba a deberle un comandante amigo mío el acta de diputado.<br />

Mi comandante ya no sería diputado... ¿Por qué mi regocijo?... sí, llegué a saberlo... por<br />

algo noble... Mi comandante, absoluto cebollino, sería en el Parlamento una vergüenza más<br />

entre tanto cebollino de la huerta de las leyes.<br />

Me he sentado en un ruedo de jarcias, a la sombra del cañón. Este pobre cañoncito de<br />

salvas enfundado, me fastidia. Querría que lo hubiésemos tenido que emplear<br />

defendiéndonos de piratas y ballenas...<br />

¡Viaje heroico!... Antójaseme que los humanos empequeñecemos un poco lo grande, la<br />

tierra, el mar cuerda de la corredera sigue arrastrando en la estela, como un rabo de burla<br />

que le hubiesen puesto al Reus en Barcelona...<br />

¡Hala, el Reus!... ¡<strong>Al</strong>lá vas, relleno de ridículo, con tus novios, con tus fieles tresillistas, con<br />

tus Charos y exconserjes... debajo de tus humos y tus palos y tu aspecto de ambulante y<br />

terrible fortaleza!<br />

Bien, digo que Sarah... Sí, lo pienso y lo comprendo: ¡debía morirse!... <strong>Al</strong>go muy hermoso<br />

ha habido en su libre arranque hacia el amor, en la libertad de sus instintos, en la libertad<br />

del abandono de su madre, en la libertad de la explosión de sus ansias de mujer bajo los<br />

cielos... Tigrecilla de América, ha sabido saltar fiera y gentil hacia la vida...<br />

¡Debía morirse!... yo ganaría con ello, el bellísimo recuerdo singular e inolvidable de un<br />

alma brava, y ella habría de ahorrarse ¡la infeliz!... todo el calvario de tristeza y desengaño<br />

que está detrás de una pasión que nace ancha como el mar y que tendrá que romperse o que<br />

infiltrarse o infectarse en hilos de arroyo subterráneo por los aludes de sociales<br />

conveniencias...<br />

Ya es sabido, tales conveniencias: fango de joyosa hipocresía... de hipocresía cínica, no<br />

importa... si sabe enseñar las ligas al descuido como Charo, si sabe siquiera como Aurora<br />

procurarse un Pascual.<br />

Y en mí el primero -lo hipócrita, el respeto al qué dirán... Olvido el gesto de ingenua<br />

gladiadora, y veo no más en este instante su falda corta, su trenza suelta a la espalda...; y<br />

veo no más esta tarde, mañana, en los días que hubiese de venir sin que el Reus siguiese<br />

conduciéndonos por un alba infinita a ella y a mí solos, la ridícula pareja de novios que

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