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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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Y como ha sido divina la visión... Y como el mal de indiscreción ya estaría hecho... vuelvo<br />

a mirar, pensando que será cualquiera de aquellas mujeres o muchachas humildes del pasaje<br />

de quienes no ha hecho aprecio nuestro orgullo... Hay, en efecto, una modesta hija de un<br />

ex-sargento, de un teniente, vestida de percales, que bien puede tener debajo de ellos esta<br />

escultura ideal.<br />

No se mueve la figurita linda, acogida entre los líquidos hilos de la lluvia, entera y recta<br />

alzada sobre los pies muy juntos al centro de la pila, como una bella columna simétrica,<br />

como una cariátide de fuente.<br />

Goteante el pelo en obscuras sierpes que el cristalino varillaje sacude por detrás de los<br />

costados, aplástasele a la cabeza erguida para recibir en plena frente el agua, siempre<br />

protegida por ambas manos la faz. Las puntas de los codos, separados hacia mí y a la altura<br />

de los hombros, déjanme ver y ofrecen también a la frescura las puntas altivas de sus<br />

senos...<br />

Me invade la casi casta adoración de la belleza pura, de la belleza intacta y virginal de esta<br />

ignota hija del ex-sargento, del teniente...; la noble adoración de la humana forma, en diosa<br />

de inocencia, no manchada en mí esta vez ni siquiera por aquellas vagas perspectivas de<br />

amantes proyecciones con que fuí por fin envileciendo mi admiración a la rubia<br />

desdichada... ¡Oh tú, bella modesta de quien no tengo otro recuerdo que el de tus ojos<br />

dulces, sencillos..., nunca sabrás con cuál celeste admiración ha contemplado tus hechizos<br />

un hombre!<br />

Feliz pereza de edén, esta delicia de diosa en el baño. Su cuerpo, maravillosamente lineado,<br />

maravillosamente azul a la luz que entra oblicua y directa del cielo por la redonda ventana;<br />

su cuerpo lavado en gracia, absuelve sin embargo a la mujer que es, bien mujer, la<br />

hechicera, sumiendo sus rincones de amor, tocados de obscuro musgo, en discretas sombras<br />

que le dan la limpia pureza morena de una estatua. Sin la negrura intensa del cabello, sería<br />

perfecta la ilusión.<br />

Ya que les quitan uno, para nosotros, han tenido al menos en el barco la atención de<br />

guardar para las damas los cuartos menos trastornados en la obra. Aquí no hay martillos por<br />

el suelo. Todo en orden. La roja colgadura de la puerta, frente al ventanillo, refleja su fulgor<br />

de sangre sobre la mitad izquierda del cuerpo gentilísimo, así repartido entre dos caricias de<br />

luz... Y humilla ahora la frente, ella, curvada un poco a recibir 1a lluvia en la espalda. Sus

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