Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
136<br />
aparece en su perpetuo sarcasmo de burla, como la de un vencido..., como la de un vencido<br />
por la idiotez de<br />
Charo. Es la niña con quien hablo un híbrido engendro monstruoso..., sí, sí, decididamente<br />
monstruoso -del gran corazón de don José y de la nunca bien reída muñeca con medias<br />
escarlata... Y cae en mi mente con plena imposición el tremendo error de los hombres que<br />
desdeñan y aun condenan toda intelectualidad en la mujer, en las madres que han de darles<br />
a sus hijos herencias de educación bien fatales. ¡Cuánta razón siempre Lucía!<br />
Sólo que está Sarah demás hecha a su desgracia para que puedan inquietarla sus dolores, y<br />
plácida, contenta, diríase, de la oportunidad de confianzas lascivas en que la ha lanzado la<br />
confesión del francés, díceme volviendo a nuestros besos:<br />
-Díme, Andrés... ¿y por qué me preguntabas eso?... Ya ves, a ti ¡por el cristal!... Se conoce<br />
que eres listo.<br />
Sonríe en la sombra. Mi curiosidad se cruza del afán de recorrer la extensión de arrestos de<br />
este espíritu, al que no podrán llevarle ya los más feroces diletantismos del mío ninguna<br />
perversión.<br />
Doy por sabida de ella mi respuesta, e interrogo, nada más, sencillamente:<br />
-Oye... ¿no hicisteis el francés y tú... más que besaros?<br />
-¡Oh!<br />
¡Qué me oyó!<br />
Brusca, se ha separado del cristal, en el ímpetu que fulminan su boca, sus ojos. Ha sido<br />
tremendo el efecto. Llora. La veo casi perderse en las tinieblas, agobiarse sobre el blanco<br />
pañolillo que sus manos alzan...<br />
Y veo por último acercarse al vidrio el pañuelo delante de sus ojos, mientras se lamenta<br />
herida:<br />
-¡Oh! ¡Andrés!... ¡tú no me quieres!... ¿Por qué, di, entonces, me lo has dicho? ¿Por qué<br />
subiste aquella mañana a buscarme?... ¿te llamaba yo?<br />
¡Pudiste haberme dejado en paz con mi pena... y no para decirme ahora eso... eso!... ¡como<br />
a una sinvergüenza!!<br />
Llora más, agitada de sollozos, sin mirarme... Siento remordimientos y empiezo una sentida<br />
arenga de idealismos, entre disculpas y protestas, gozoso de haber tocado un átomo de alma<br />
bajo la concreción horrible de indiferencias rotas de un mazazo. Mas, cuando mi fe se