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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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aparece en su perpetuo sarcasmo de burla, como la de un vencido..., como la de un vencido<br />

por la idiotez de<br />

Charo. Es la niña con quien hablo un híbrido engendro monstruoso..., sí, sí, decididamente<br />

monstruoso -del gran corazón de don José y de la nunca bien reída muñeca con medias<br />

escarlata... Y cae en mi mente con plena imposición el tremendo error de los hombres que<br />

desdeñan y aun condenan toda intelectualidad en la mujer, en las madres que han de darles<br />

a sus hijos herencias de educación bien fatales. ¡Cuánta razón siempre Lucía!<br />

Sólo que está Sarah demás hecha a su desgracia para que puedan inquietarla sus dolores, y<br />

plácida, contenta, diríase, de la oportunidad de confianzas lascivas en que la ha lanzado la<br />

confesión del francés, díceme volviendo a nuestros besos:<br />

-Díme, Andrés... ¿y por qué me preguntabas eso?... Ya ves, a ti ¡por el cristal!... Se conoce<br />

que eres listo.<br />

Sonríe en la sombra. Mi curiosidad se cruza del afán de recorrer la extensión de arrestos de<br />

este espíritu, al que no podrán llevarle ya los más feroces diletantismos del mío ninguna<br />

perversión.<br />

Doy por sabida de ella mi respuesta, e interrogo, nada más, sencillamente:<br />

-Oye... ¿no hicisteis el francés y tú... más que besaros?<br />

-¡Oh!<br />

¡Qué me oyó!<br />

Brusca, se ha separado del cristal, en el ímpetu que fulminan su boca, sus ojos. Ha sido<br />

tremendo el efecto. Llora. La veo casi perderse en las tinieblas, agobiarse sobre el blanco<br />

pañolillo que sus manos alzan...<br />

Y veo por último acercarse al vidrio el pañuelo delante de sus ojos, mientras se lamenta<br />

herida:<br />

-¡Oh! ¡Andrés!... ¡tú no me quieres!... ¿Por qué, di, entonces, me lo has dicho? ¿Por qué<br />

subiste aquella mañana a buscarme?... ¿te llamaba yo?<br />

¡Pudiste haberme dejado en paz con mi pena... y no para decirme ahora eso... eso!... ¡como<br />

a una sinvergüenza!!<br />

Llora más, agitada de sollozos, sin mirarme... Siento remordimientos y empiezo una sentida<br />

arenga de idealismos, entre disculpas y protestas, gozoso de haber tocado un átomo de alma<br />

bajo la concreción horrible de indiferencias rotas de un mazazo. Mas, cuando mi fe se

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