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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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96<br />

La piragua vuela. Nos cruzan otras como flechas. Son simplemente conocidos, los que me<br />

acompañan. Mis rodillas, contra toda voluntad, van dando en la cintura de la gruesa señora<br />

de un teniente; es una mujer que sería guapísima si no fuese un monstruo de gordura. Lucía<br />

la llama Boule de suif, en honor de física semejanza con la célebre de Maupassant. Y debo<br />

confesar que otra de las principales razones de mi afán de venir solo, estriba en comprarle a<br />

Lucía el alcohol.<br />

Bajo un desembarcadero cubierto, donde parece fuerza que concurran las piraguas, un<br />

policeman vigila para que no cobren los barqueros demás ni un penique. Es talludo y grave,<br />

este inglés, con su casco blanco.<br />

Cuando yo he puesto las monedas necesarias en la mano del barquero, él limita, con el<br />

extremo de su pequeño látigo..., y el negro recélase a la proximidad del látigo como una<br />

bestia.<br />

Dejo a mis combarcanos partir. Contemplo la explanada. Un ancho quai de palacetes<br />

rientes, separados por jardines. La Custom-House aduana, a juzgar por los fardos y<br />

bocoyes, bello edificio monumental, da buena idea de Colombo. Rehúso un charolado car,<br />

que me ofrece un negro sirviéndole a un tiempo de cochero y de caballo, y sigo la afluencia<br />

de gente, de<br />

ingleses, de blancos ingleses con casco y cogotera, hacia una ancha calle perpendicular al<br />

puerto,<br />

No es la calle de Port-Said, cuajada de sastrerías, sino una avenida hermosa, con filas de<br />

árboles, donde la luz reverbera en la británica limpieza de las fachadas. Las casas, poco<br />

altas, lucen en sus arquitecturas modernas graciosas concesiones a los estilos de Oriente.<br />

Éntraseme, como en la carne, una sensación del imperio de comodidades. Entre las cornisas<br />

de áticos templetes y las torretas chinas, corren verandahs cubiertos con tapices persas; y<br />

los egipcios ventanales y los ajimeces moros, se cubren lo mismo de europeas persianas<br />

que de toldos y voladas cortinas japonesas, turcas... Son tantas, que hace la ancha vía el<br />

efecto de estar engalanada con gallardetes y banderas esperando a un rey...<br />

Chocan el orden y el silencio. Dijérase que la amplitud de las aceras respétase para los<br />

ingleses. Los orientales, con sus vestimentas teatrales, marchan bajo los árboles, al borde de<br />

la calzada en que corren libremente los cars y las gentes que llevan carga.

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