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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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29<br />

juicio intransigente quedó manifiesto hace poco. Cuando lee novelas, tiene entre los dedos<br />

un pequeño lápiz de marfil y anota a menudo en las márgenes. Inspíranme gran curiosidad<br />

esas notas.<br />

Pascual queda a un extremo de la tertulia, en actitud involuntariamente respetuosa de<br />

guardia civil licenciado. Bien le lleva quince años a su mujer. No fuma más que cuando el<br />

húsar, que se ha sentado entre él y ella, le ofrece susinis. Como el capitán no suele pasar<br />

largo tiempo en la reunión, frecuentemente reclamado por los servicios de a bordo, el húsar<br />

procura serles grato a la pescadera y a Pascual. Ella se llama Aurora, pero le hemos dicho el<br />

apodo demás para que ya lo pierda.<br />

Muéstrase gozosa y amable; agradecida al capitán, de quien ha ganado el honor de hallarse<br />

entre nosotros, este joven con rubio bigote káiser y uniforme de platas, plácela como un<br />

lazo afectuoso más que la afirma el triunfo.<br />

De sobremesa, esta tarde, hasta después de encender las luces, formase al piano un<br />

concierto improvisado donde canta la india el che faro senza Eurídice. Acuérdase Pascual<br />

de un joven relojero paisano suyo y consumado violinista, que viene en segunda. Absuelto<br />

en gracia a ello de su categoría de clase, instase a Pascual a que lo llame -y toca en efecto<br />

diestramente trozos de ópera, acompañado por Charo y por Lucía.<br />

Se me antoja que disgusta a Aurora esta llamada..., tal vez porque descubre la índole de<br />

amistades de su esposo..., tal vez porque la hace perder a ella, desventajosamente con<br />

respecto a los demás, la calidad de posibles personajes enigmáticos que afectamos todos. A<br />

cada nombre ilustre, famoso, nos es posible sonreír con un «¡Ah, sí... fulano!»... que haga<br />

pensar a los demás: «¿Será pariente?»...<br />

Oímos, al fin, por la hilera de ventanas abierta al mar, y a pesar del ruido trepidante de la<br />

hélice y del agua, un tumulto de cantares y guitarras que cae de la cubierta. <strong>Al</strong> subir<br />

hallamos grande animación. El cielo es de una transparencia mágica. La luna traza<br />

espléndido camino de argenterías sobre las olas y contrasta a lo largo de la borda su dulce<br />

fulgor con el rejozo de las eléctricas lámparas derramado bajo el toldo.<br />

Dos o tres guitarras, tañida una por manos femeniles, acompañan malagueñas que entonan<br />

alternativamente algunos jóvenes con aguda y grata voz. Y todo el mundo se agolpa en<br />

torno, depuestas las animosidades, cediendo por primera vez aquí, más que abajo, al<br />

poético encanto de la noche, de la música, del mar...

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