Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
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para no embrollarse y poder oírse a sí mismos en sus mentales conflictos- ¡Eso mismo he<br />
dicho yo!...<br />
Después de todo no cabe mejor cosa que callarse, que aguantarse... ¡y fuese preferible que<br />
uno no pensase las cosas si las ha de hacer!...<br />
Aparte el cariño a mi señora, que es guapa y fina como una marquesa, aunque me esté mal<br />
el decirlo..., ¿quiere usted ayudarme a sentir, don Enrique, si la dejo... si yo encuentro en<br />
Manila un destinillo... por misericordia de Dios... por misericordia de ustedes los amigos...?<br />
¿quiere decirme qué vida la mía, teniendo otra vez que buscármelas en casas de pendonas,<br />
como antes de casarme...? Claro, uno es fuerte, robusto... y joven aún... ¡ya comprende!...<br />
¿Qué?... Va uno a ésas, y allá van pesetas, y a ver dónde están cinco pesetas cada día. ¡Dios<br />
sabe a cuenta de qué!...<br />
Toma uno una criadita... le roba..., se le hace a usted el ama... Se echa una querida... pero<br />
¿y los cuartos?... Esto es caro, amigo..., y en fin de cuentas, ninguna que sirva para<br />
descalzará mi señora..., que es después de todo mujer propia, y guapa y fino su cuerpo<br />
como habrá podido repararle por las manos... ¿se ha fijado usted?... ¡Oh, oh, don Enrique,<br />
en cuanto a<br />
eso!...<br />
Viene la gente del ensayo. Es lástima -iba entrando la confidencia en un cómico<br />
divertidísimo... Este Pascual es «un temperamento» que me explica ahora su modo de ser, a<br />
toda luz... El hombre ¡qué diablo!... es fuerte, robusto, joven aún... y...<br />
Oigo a Aurora:<br />
-¿Eh?... ¿Dónde se meten? La una y media... ¿No dormimos esta noche?<br />
-Vamos, vamos, hija mía. Sí, ya es tarde. ¿Se viene usted, don Enrique?<br />
-Sí.<br />
-¡Vamos!<br />
No sé cómo se aleja Pascual, pero apostaría a que le haya tomado el brazo a «su señora»<br />
por irse deleitando a través de la batista con su piel incomparable.