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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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156<br />

para no embrollarse y poder oírse a sí mismos en sus mentales conflictos- ¡Eso mismo he<br />

dicho yo!...<br />

Después de todo no cabe mejor cosa que callarse, que aguantarse... ¡y fuese preferible que<br />

uno no pensase las cosas si las ha de hacer!...<br />

Aparte el cariño a mi señora, que es guapa y fina como una marquesa, aunque me esté mal<br />

el decirlo..., ¿quiere usted ayudarme a sentir, don Enrique, si la dejo... si yo encuentro en<br />

Manila un destinillo... por misericordia de Dios... por misericordia de ustedes los amigos...?<br />

¿quiere decirme qué vida la mía, teniendo otra vez que buscármelas en casas de pendonas,<br />

como antes de casarme...? Claro, uno es fuerte, robusto... y joven aún... ¡ya comprende!...<br />

¿Qué?... Va uno a ésas, y allá van pesetas, y a ver dónde están cinco pesetas cada día. ¡Dios<br />

sabe a cuenta de qué!...<br />

Toma uno una criadita... le roba..., se le hace a usted el ama... Se echa una querida... pero<br />

¿y los cuartos?... Esto es caro, amigo..., y en fin de cuentas, ninguna que sirva para<br />

descalzará mi señora..., que es después de todo mujer propia, y guapa y fino su cuerpo<br />

como habrá podido repararle por las manos... ¿se ha fijado usted?... ¡Oh, oh, don Enrique,<br />

en cuanto a<br />

eso!...<br />

Viene la gente del ensayo. Es lástima -iba entrando la confidencia en un cómico<br />

divertidísimo... Este Pascual es «un temperamento» que me explica ahora su modo de ser, a<br />

toda luz... El hombre ¡qué diablo!... es fuerte, robusto, joven aún... y...<br />

Oigo a Aurora:<br />

-¿Eh?... ¿Dónde se meten? La una y media... ¿No dormimos esta noche?<br />

-Vamos, vamos, hija mía. Sí, ya es tarde. ¿Se viene usted, don Enrique?<br />

-Sí.<br />

-¡Vamos!<br />

No sé cómo se aleja Pascual, pero apostaría a que le haya tomado el brazo a «su señora»<br />

por irse deleitando a través de la batista con su piel incomparable.

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