Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
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92<br />
-¡Oh, sí! -exclamo, mal disimulando el triunfo.- ¿Ve?... Penden las nubes oblicuas, casi<br />
verticales, sin duda... ¡las bambalinas de un teatro!... Un solo foco de luz colgado encima,<br />
en el centro, haríaselas ver al espectador, por las caras que muestran, la mitad de atrás en<br />
luz,<br />
la mitad de delante en sombra, si no son transparentes...; y suponiendo que marcharan todas<br />
a un mismo impulso del telar...<br />
Ríe Lucía. No me deja acabar, comprendiendo.<br />
-¡Ah, sí, sí!... ¡qué simpleza!... ¡qué simpleza!<br />
No deja por eso de sentir el gozo de una pequeña verdad descubierta, ni de concederle a mi<br />
perspicacia su admiración.<br />
En el silencio que sigue, gustando a toda alma la inocencia del propósito que nos ha<br />
entretenido un rato, yo, como el cielo, siento mi expandido ser dividirse en dos: uno alto,<br />
etéreo y claro, que parece envolver en amistad infinita a esta mujer tan audaz de voluntad y<br />
de pensamiento y tan niña de emociones; otra -que ella no ve ni siente, que está debajo de<br />
mí como hundiéndose en el mar-, hecha de miserias de hombre. Todavía, en esta torva parte<br />
de mi ser, para proclamar monstruosamente necias sus pasadas dudas, tiene que concretar<br />
mi conciencia con palabras: «No, nunca ha ocultado liviandades su gentil despreocupación,<br />
ni hacia ti, ni hacia ninguno. Su voz no te hiere con los dardos de reserva y de desprecio<br />
que la inspirarían un estúpido. Te habla como siempre, más amiga».<br />
Ni siquiera el otro problema «de la tierra», que llegó a infundirse desconfianza, me la da ya.<br />
Cierto de que será digno de ella, sea el que fuere, digo con llaneza:<br />
-Venga el otro problema. Uno, lo hemos resuelto.<br />
-Lo ha resuelto usted.<br />
-Por usted propuesto. Ver un problema, es más difícil que comprenderlo, frecuentemente.<br />
¿Y el otro?<br />
Vuelve a reír.<br />
-El otro... ¡ah! Más simple, más difícil, como tantas simples cosas de aquí abajo... Un<br />
antojo de mero agrado de mis ojos, que es a bordo todo un secreto horrible y formidable...<br />
¡Y especialmente para mi marido!...<br />
Perdóneme si lo guardo.<br />
Cállase, en efecto, cambiando perezosamente de postura.