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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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155<br />

-¡Demonio, demonio!... Y tal vez sea cierto!... y... ¿cree usted... que estamos haciendo los<br />

primos?... ¡Ah, las mujeres!<br />

-¡No me cabe duda! -contesta el infeliz transportando su ternura hasta casi un<br />

remordimiento por la extensión del ridículo al amigo incauto.<br />

Y la comunidad de desgracia, que se diría que consuela, llévale a la confidencia<br />

francamente:<br />

-¡Yo soy muy desgraciado, don Enrique!... Yo me casé con mi señora por salir de ruinas y<br />

por sacarla a flote, cuando mi señora tenía una niña... de un senador..., de otro...<br />

naturalmente... ¡historias, qué quiere usted!... Y ahora que esperaba verla cambiada con este<br />

viaje... para vivir como Dios manda y con cariño... ¡mire usted!... ¡igual que en<br />

Salamanca!... ¿Y qué hago yo? ¿No estoy atado?... Porque, sí, es muy sencillo en los<br />

dracmas del teatro: «ésa te engaña ¡hala con ella!...»<br />

Porque, sí, yo podría haberme casado por... conveniencia..., pero llegué a quererla, ¡se lo<br />

digo!... Y si usted viese cómo cambian las cosas cuando uno quiere... ¿Qué hago?... ¿la<br />

cojo?... ¿le doy de trompadas?... Ni, ¿qué hago con el capitán, tampoco? ¿lo cojo?... ¿lo tiro<br />

al agua de cabeza?...<br />

-¡Hombre, no!<br />

-Ah, si no tuviese más trabajo uno que agarrarle y tirarle como a un gato... Y esta tarde, él<br />

allí... ¡allí!... solos los dos... mire usted, lo pensé... ¡y crea que a no haber sido por la idea de<br />

que hace tanta falta a bordo... de que quizás sin él nos romperíamos todos la crisma contra<br />

algún peñón!...<br />

-¡De seguro! -dice Enrique-. O iríamos a parar a las Quimbambas, en vez de a Filipinas.<br />

-Pues la otra -sigue Pascual-, ¡peor!... Que le pego... que me aparto de ella... ¡y llego a<br />

Filipinas, y cesantía al canto... en cuanto se entere el senador, y heme aquí sin oficialiduría<br />

en Manila y hasta sin conserjería en Salamanca..., ¡que cualquiera vuelve a aquella<br />

Diputación con aquél, no siendo para darle de trompadas!<br />

-Oiga, Pascual, estas cosas hay que tomarlas con calma ¿sabe?... O la tremenda, y salga por<br />

donde quiera el sol, como en los «dracmas», o callarse y yo qué sé y aquí no ha pasado<br />

nada...<br />

-¡Eso mismo digo yo! -corta Pascual, que más que consejos ha venido buscando, sin duda,<br />

alivios y la aprobación a sus conformidades. Hay gentes que necesitan dialogar, oír a otro

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