11.05.2013 Views

Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

33<br />

-Vale más la pescadera, ¡qué diablo!... para un viaje. ¿Dónde andará?<br />

¡No ha subido esta mañana!... Tal vez bañándose... Aun en un fugaz lance con ella, sin<br />

contar la enorme diferencia de responsabilidades, puede uno al menos quedar tranquilo de<br />

eso tan terrible que consiste en dejar desencantada a una inocente... por culpas de lo veloz...<br />

¡Oh, en esto tiene Enrique desabridas experiencias! Es un sensual «a fondo»... Se explana.<br />

No comprende que se burle la pasión fuera de sus grandes escenarios de reposo -y él se<br />

apasionaría tal vez demasiado de<br />

Pura. La otra, en cambio, la no pura, con arrestos para el capitán y para diez en amigable<br />

concierto, es sin duda una de esas impasibles lanzadas a todos los trances de la galantería<br />

con la frialdad de un maniquí que no supiera qué hacerse en otro caso de sus galas...<br />

-Lo juraría! -añade- ¡es un leño! ¿No ve usted aquellos ojos grandes, apagados, de estúpida<br />

seriedad de ídolo cuando ya...?<br />

<strong>Al</strong>guien llega, interrumpe... Son Pascual, el señor indio y el relojero-violinista.<br />

Yo dejo al húsar con ellos, estrechando relaciones.<br />

Pero la tertulia no se normaliza hoy, con la esperanza de tierra y la atención al buque inglés.<br />

Lo alcanzamos, lo alcanzamos. A las doce leemos con gemelos claramente sus doradas<br />

letras en el casco: Ophir.<br />

Entre él y nuestro buque chispea menudamente el mar lleno de sol.<br />

El capitán sigue en el puente. Me entero al fin. No es por pasar al Ophir, sino porque no<br />

abandona jamás la vigilancia en las cercanías de costa. Habíame parecido un tanto pueril tal<br />

regata.<br />

Entro a escribirle a mi madre en la camareta de señoras, convertida en escritorio general ya<br />

que aquéllas no la ocupan, y encuentro por excepción a Charo y Sarah con Lucía. Quiero<br />

dejarlas, pero me instan y escribo en la mesa del rincón. Esta pieza aseméjase a un tranvía,<br />

con sus divanes grises, con sus ventanas altas a los cuatro lados de la cubierta, armadas de<br />

persianas y cristales. Hay en las mesas papel y tinteros, con el escudo de la fastuosa<br />

Compañía. -Sarah no cesa de observarme, y me distrae. A mi pesar oigo frases sueltas. Me<br />

invade un terror. Había yo advertido de sobra que todos tienen a bordo cerillas, menos yo, y<br />

que el húsar, contra no importa qué prohibiciones y prudencias, fuma en su litera. Ahora<br />

resulta que la condesa confiésale a Lucía que se riza el pelo con tenazas, efectivamente, y<br />

que le brinda «un poco de alcohol para las suyas...» Este alcohol ardiendo con su llamita

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!