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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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inflama en su silencio, juzgándolo dominio mío logrado al fin; cuando mi discurso va<br />

llegando casi a una sentimental elocuencia, la faz de Sarah reaparece sonriente en el cristal,<br />

y escucho:<br />

. -¡Comprendo que hubieses pensado eso por ti, porque te adoro! ¡te adoro!... ¡Ah, qué listo<br />

tú!.. pero al francés... y mira, te voy a decir una cosa que se me ocurrió esta mañana. Verás.<br />

Como me gusta hablarte viéndote los ojos, y como con tanta gente en la cubierta tú no<br />

podrías entrar sin peligro aquí (donde además estaríamos a obscuras, y no debe ser, claro<br />

está), pensé que podremos hablar solos de día en la biblioteca.<br />

No sé si habrás reparado: la biblioteca cae al frente del pasillo de mi camarote... el de la<br />

izquierda del piano, ¿sabes?... Nunca hay nadie. Un cuchitril. Tu puedes ir a buscar libros<br />

cuando mi madre esté arriba. La camarera, ya ves, nos guardará; es la que nos lleva las<br />

cartas... ¿quieres?<br />

¡Ni me atendía! Mientras yo peroraba elocuente, dialogaba ella con sus antojos de niña-<br />

mujer que se muere por besos de unos labios sin estorbos de cristales. Me invade entonces<br />

la rabia del ridículo, y la persuasión absoluta de mi impoderío para el bien; y me gana al<br />

mismo tiempo, desde el corazón a la frente, el ansia de ser malvado, de ser feroz en lo<br />

perverso, de ser la esencia misma de la monstruosidad canalla ante lo inocentemente<br />

monstruoso. -A partir de aquí, yo no sé ni lo que hablo ni de qué hablo, ni qué demoníaco<br />

espíritu me presta su charlar de fácil seducción que hechiza a Sarah. Sólo sé que, entre<br />

palabras muy<br />

dulces, galantísimas, bien sonoras, hemos rehusado ella y yo, por baladíes, las entrevistas<br />

en la biblioteca, y hemos hablado del camarote 15... cuyo llavín tendré yo. Sólo sé que, al<br />

separarnos esta noche, ella me despide con este coloquio de llanezas estupendas:<br />

-Y dime, ¿no es mejor anochecido? Por la siesta nos verían.<br />

-Sí. Tienes razón. Anochecido. Entonces, pasado mañana, cuando hayamos pasado<br />

Singapure.<br />

-¡Ah!... Y dime, ¿piensas bajar en Singapure?<br />

-¿Por qué no?<br />

-¿Como en Port-Said? ¿como en Colombo?... ¿por tu cuenta?... Pues no, niñito.<br />

-¿Por qué no? ¡Qué tontería!<br />

-Sí, tontería. Te lo prohíbo. Si bajas, con nosotras. Tú te piensas,

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