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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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madama por esta limpia cubierta de blancas redecillas y de caobas y brillantes tiradores de<br />

metal...<br />

Pero <strong>Al</strong>berto viene, con el coronel -todavía rojo y jadeante de su lucha. Preséntale la<br />

condesa a Aurora, como embajadora heroica que acaba de obtener del capitán la<br />

satisfacción oportuna; y ambos, en paladines también de la moral, la estrechan la mano<br />

efusivamente.<br />

Ella recibe el homenaje severa y dulce, con su inmóvil faz en sonrisa y sus grandes ojos<br />

hacia el suelo... Es una actitud de magnánima emperatriz cuya realidad, cuya profunda<br />

sinceridad me admira; cuya serena verdad admira a Pascual contaminándola de orgullo...<br />

Contémplala el<br />

Ex conserje pasmado, adorando sorprendido con sus ojos francos de buey este prestigio y<br />

esta rígida estampa de virtud que se le muestra y que<br />

conságranle las demás señoras y señores a... su señora. Yo podría jurar que en tal instante<br />

de señorial triunfo consorte, da por bien llevada hasta su abstinencia, Pascual.<br />

Más. Yo podría jurar -y asómbrame en ello la perspicacia de Enrique- que tengo delante, en<br />

Aurora el símbolo de toda una forma singular de prostitución menos rara de lo que podría<br />

creerse. Vibra toda, ahora, esta hermosa y estupidísima hembra, de un placer de vanidades<br />

recóndito e inmenso... Sus provocaciones, sus descaros, el don insensible de su carne al<br />

viejo senador de la historia y al capitán y al húsar... Y a tantos que Dios sepa, son para esto,<br />

nada más..., para lograr categoría, para introducirse y estar entre los categorizados bajo no<br />

importa que equívoca bandera protectora... Sí, equívoca, ¡qué importa!... Y así se la acepta<br />

aquí..., incluso por la inocente mujer del coronel... ¡El equívoco tiene una gracia<br />

infinitamente perdonable... casi amable, casi afable!... Yo podría jurar, aún, que esta mujer<br />

que se ha dado al capitán y al húsar porque cada cual por su estilo son a bordo verdaderos<br />

personajes..., no se<br />

daría ni por todas las lisonjas del mundo al relojero! -¡Ah, Pura, Aurora, bestias tan<br />

hermosas... qué de enormes diferencias a poco que se ahonde en vuestra aparente igualdad!<br />

Pero se acerca don Lacio, detiénese y escucha el nuevo flujo de irritaciones contra el indio,<br />

contra la francesa «llena tan insolentemente de brillantes»..., y su simple presencia, que ya<br />

ha bastado para amenguar la indignación en todos, menos en su saladísima condesa, que

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