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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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187<br />

-¿Ha vuelto a verla?<br />

-No. ¿Usted sí?<br />

-Tampoco. Han estado aquí dos veces la condesa y don José; <strong>Al</strong>berto y<br />

yo otras dos en el Gobierno. No ha venido, no ha salido... Pregunté a su madre: -«¡Oh, no<br />

sé!... jugando... ¡una criatura!»... la mandó buscar, no apareció...<br />

-¡Pobre Sarah!<br />

Mírame fija Lucía, con su dominado gesto inescrutable en la sonrisa.<br />

-¿Qué pena le queda de Sarah, Andrés? -pregúntame de pronto.<br />

Y no sé responderla. Ni yo podría concretar en una frase la resultante emocional de mis<br />

recuerdos, asaz reciente y aún mezclada en odios y piedades a actuales impresiones, ni<br />

Lucía pudiera comprenderme sin conocer en toda su verdad la historieta inverosímil. Un<br />

afán de referírsela me invade en ansiedad de absoluciones, en plena restitución de<br />

sinceridades de la alta amiga... Pero se me ha secado la boca; tengo sed, tengo sed, tengo<br />

casi amargor en la lengua, y únicamente acierto a suplicar:<br />

-Oh, Lucía perdóneme... ¡yo he sido un miserable!<br />

-¿Eh? -gime ella de sorpresa.<br />

He alzado la frente, a su queja, y advierto el excesivo rigor con que me he calificado. La<br />

lleva a juzgar demasiadamente...<br />

-¡No!... ¡escúcheme!... ¿Quiere, Lucía? ¿Quiere oírme detalles... detalles de mi relación con<br />

Sarah, que yo le oculté a usted... ¿por vergüenza? Sí, sí, he sido al menos un poco<br />

miserable!<br />

Sin responder, esquiva el semblante tras el abanico de palma.<br />

Querría callar; ya no puedo. Ni ella quiso dejar de recibirme en esta absoluta intimidad, casi<br />

en este abandono, porque no me llevase para siempre la falsa idea de sus temores a mi<br />

hidalguía y a su nobleza ante un poco de soledad no mucho mayor que las de nuestras horas<br />

del buque, ni yo puedo querer dejarla con la vaga impresión de que haya sido más malvado<br />

que lo que he sido.<br />

-¿Quiere oírme, Lucía?.... Se lo ruego. De los hechos inferirá, mejor que el juicio mío<br />

pudiera resumirla, mi respuesta a su pregunta «¿qué pena le deja Sarah?»... -No lo sé: pena<br />

de mí; pena de ella... En lo que en ella hubiese de tormento de mujer, hace falta ser mujer<br />

para juzgarlo.

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