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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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69<br />

cuatro de estos fuegos, cada gabarra, que pronto sueltas en rápida maniobra que se realiza<br />

entre aullidos, lanzan cables a la borda, como serpientes polvorientas... ahuyentando a las<br />

señoras...<br />

Parece un fantástico abordaje, por el gritar, por la febril agitación de los demonios negros<br />

armados de sus palas, en hormigueo incesante entre las rojas lumbres... Parecen las barcas<br />

de Caronte. Pronto también los marineros cogen las maromas y arrastran hacia las<br />

carboneras de ambas bandas las diabólicas embarcaciones... El remolcador se va. Hay tarea<br />

para la noche.<br />

El humo de las fogatas nos atosiga, el creciente y furioso chillar nos ensordece, y nubes de<br />

polvo de carbón empiezan irremisiblemente a envolvernos por todos lados.<br />

La noche cierra. Brillan las estrellas por el cielo inmenso como enérgicos tachones. Brillan<br />

más, aquí, que en parte alguna; de tanto fulgor no son redondas, y el mar, en su quietud<br />

soberana de espejo, las refleja todas limpiamente. Es salvaje, la noche, pero es en la ficción<br />

de la luz y las tinieblas hermosamente oriental. La ciudad muestra también a lo lejos sus<br />

luces, sus estrellas glaucas; y las vemos reverberarse en el agua con las rojas y verdes<br />

linternas de los barcos.<br />

Mas, ¡oh, qué sonata, Dios! Cerca de nosotros, al centro del Reus, entre los flameantes<br />

braseros suspendidos, de hulla y brea, cuyo vivísimo fulgor traspasa el polvo fingiéndoles a<br />

los carboneros una maga apoteosis, es donde está el intenso foco de gritos fieros y<br />

sangrientos resplandores del soberbio panorama. Las diablescas siluetas, en su rojo antro<br />

vaporoso de polvo y humo, no cesan de cruzar en doble e inversa procesión la pasarela -<br />

unos cargados, al interior del buque, otros con las seras vacías, saliendo a hacérselas llenar<br />

por las palas y tridentes que atacan por todas partes la montaña negra...; todos deprisa,<br />

todos al trote, los que van y los que vienen... un trote perfectamente rimado, como una<br />

danza de fieras, en un canto salvaje que llega a ser casi dulce con su estruendo, saliendo de<br />

todas las gargantas a compás:<br />

«¡<strong>Al</strong>a-cok... ala-cak! ¡ala-cok... ala-cak! ¡ala-cok... ala-cak!...»<br />

Dicen -subiendo y bajando sólo, en cada frase, la segunda nota.<br />

¡Oh, qué sonata!... Media hora, una hora, otra hora... Y siempre igual.<br />

«¡<strong>Al</strong>a-cok... ala-cak! ¡ala-cok... ala-cak!...»

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