Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
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cuatro de estos fuegos, cada gabarra, que pronto sueltas en rápida maniobra que se realiza<br />
entre aullidos, lanzan cables a la borda, como serpientes polvorientas... ahuyentando a las<br />
señoras...<br />
Parece un fantástico abordaje, por el gritar, por la febril agitación de los demonios negros<br />
armados de sus palas, en hormigueo incesante entre las rojas lumbres... Parecen las barcas<br />
de Caronte. Pronto también los marineros cogen las maromas y arrastran hacia las<br />
carboneras de ambas bandas las diabólicas embarcaciones... El remolcador se va. Hay tarea<br />
para la noche.<br />
El humo de las fogatas nos atosiga, el creciente y furioso chillar nos ensordece, y nubes de<br />
polvo de carbón empiezan irremisiblemente a envolvernos por todos lados.<br />
La noche cierra. Brillan las estrellas por el cielo inmenso como enérgicos tachones. Brillan<br />
más, aquí, que en parte alguna; de tanto fulgor no son redondas, y el mar, en su quietud<br />
soberana de espejo, las refleja todas limpiamente. Es salvaje, la noche, pero es en la ficción<br />
de la luz y las tinieblas hermosamente oriental. La ciudad muestra también a lo lejos sus<br />
luces, sus estrellas glaucas; y las vemos reverberarse en el agua con las rojas y verdes<br />
linternas de los barcos.<br />
Mas, ¡oh, qué sonata, Dios! Cerca de nosotros, al centro del Reus, entre los flameantes<br />
braseros suspendidos, de hulla y brea, cuyo vivísimo fulgor traspasa el polvo fingiéndoles a<br />
los carboneros una maga apoteosis, es donde está el intenso foco de gritos fieros y<br />
sangrientos resplandores del soberbio panorama. Las diablescas siluetas, en su rojo antro<br />
vaporoso de polvo y humo, no cesan de cruzar en doble e inversa procesión la pasarela -<br />
unos cargados, al interior del buque, otros con las seras vacías, saliendo a hacérselas llenar<br />
por las palas y tridentes que atacan por todas partes la montaña negra...; todos deprisa,<br />
todos al trote, los que van y los que vienen... un trote perfectamente rimado, como una<br />
danza de fieras, en un canto salvaje que llega a ser casi dulce con su estruendo, saliendo de<br />
todas las gargantas a compás:<br />
«¡<strong>Al</strong>a-cok... ala-cak! ¡ala-cok... ala-cak! ¡ala-cok... ala-cak!...»<br />
Dicen -subiendo y bajando sólo, en cada frase, la segunda nota.<br />
¡Oh, qué sonata!... Media hora, una hora, otra hora... Y siempre igual.<br />
«¡<strong>Al</strong>a-cok... ala-cak! ¡ala-cok... ala-cak!...»