Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
170<br />
Sarah también... Anoche, tras el telón del fondo, alguien les vio a ustedes... la vio a ella<br />
tomarse confianzas excesivas...<br />
-¿Quién?<br />
-La india, desde la escena misma, donde Sarah retrasó su entrada. La que hoy se lo ha dicho<br />
a todo el mundo.<br />
Un bochorno inmenso me invade. No me queda otra mental actividad que la memoria, para<br />
recordar que ella me dio efectivamente el beso al salir, junto a la bandera replegada de la<br />
puerta... Por no caer ante Lucía de rodillas, por no decirla si no en una brusca confesión<br />
dónde y cómo me está Sarah esperando, prefiero confiarme a un expiativo silencio, y<br />
exclamo, anonadado, extinguido:<br />
-¡Lucía!... ¡Oh, Lucía!... ¿me cree usted muy despreciable?<br />
-No -responde amarga-. Antes yo la imprudente, que le lancé a una empresa imposible con<br />
una chiquilla loca... ¡con una loca indomable! Sin mí, Andrés, ella habría rabiado a su<br />
solas, mas no estaría en evidencia: quiso usted no hacerla caso... ¡Y habría sido mejor!<br />
<strong>Al</strong>zando la frente, que se ha inclinado también hacia su pecho, me mira dulce y<br />
pregúntame, recogiendo para sí la misma desolación de mi alma:<br />
-¿Me cree usted muy imprudente, Andrés?<br />
-¡Oh!<br />
No he podido contestar más, con un escalofrío de asombro a la inmensa bondad y a la<br />
amplísima comprensibilidad de esta mujer. Con mi exclamación ha ido mi mano a coger la<br />
suya, estrechándola, de dorso, sobre el bambú del sillón que ella tiene empuñado... No me<br />
doy cuenta del contacto, más que como de una caricia infinita y apasionadamente fraternal<br />
que ella acepta con llaneza... Sólo después de algunos segundos desliza de bajo la mía la<br />
mano, y dice vaga:<br />
-Por fortuna la edad de ella, y el respeto quizás a su padre, y a usted mismo, Andrés, han<br />
contenido la murmuración en los límites de una pueril ligereza..., de una precoz perversidad<br />
de la muchacha frente a la pasiva perplejidad de un hombre puesto por la inconsciencia en<br />
situación difícil... Sin embargo, me atrevo a aconsejar a usted que no prolongue<br />
estas dobles ausencias de usted y de Sarah entre las gentes... La maledicencia está ahora<br />
mismo allí abajo más despierta contra Sarah que para las prestidigitaciones de doctor.<br />
Nada digo.