Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
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56<br />
frecuentes golpes de mar, vuelve a aumentarse mi angustia con el calor, y siento, en verdad,<br />
la irritación de protesta instintiva que ellas contra esta fatalidad de no poder<br />
sustraernos en modo alguno al danzar furioso del buque, que todo se mueve igual por todas<br />
partes. En un teatro, en un templo, si alguien se desvanece de luces y perfumes, se sale; en<br />
un coche, se apea... Aquí no hay más que «seguir, seguir»... esto que horroriza a estas<br />
mujeres..., seguir a través de la negrura del horror mismo de lo inquieto, sin un<br />
momento de reposo...<br />
Hay una idea que llega a atribularme. Siéntome desvanecido, y escuché días atrás al<br />
capitán, en admiración mía, que resisto más que él propio...<br />
¡Si él se hubiese marcado y su gente también, en el puente, dejando sin gobierno al Reus!...<br />
Mas como la rápida noción del peligro me serena, pienso inmediatamente que más a ellos<br />
les dará fuerzas el espectáculo de la lucha y la conciencia de la responsabilidad. Entonces<br />
me levanto y subo a la cubierta, prefiriendo igualmente el cuadro del airado mar a esta<br />
angustia orgánica peor que todo.<br />
En la escalera, la boca siniestra del exterior, que se abre y se cierra un segundo para dejar<br />
paso a un marinero, me aterra. Entran el agua y el huracán en bocanada. Dudo si, aun<br />
afirmándome con fuerza, no seré barrido por el viento y por las olas. Sin embargo, el alivio<br />
material que he sentido, me impulsa, y salgo a probar fortuna.<br />
Me aferro a los pasamanos. Nunca como ahora se me justifican estos pasamanos que yo<br />
juzgué prodigados con exceso por el buque. Mis ojos, habituados a la luz, no ven sino<br />
tinieblas sacudidas en un fragor de infierno... El cielo está obscuro, el mar está obscuro, en<br />
la cubierta no hay más que alguna linterna mortecina... Y aunque el viento lleno de agua y<br />
de espuma sigue batiéndome, me doy cuenta al fin de que exagero precauciones... Se puede<br />
incluso marchar suelto sin más riesgo que una desviación o una leve caída, porque si bien<br />
son enormes las subidas y bajadas del buque, son lentas, muelles, casi previstas...<br />
Pronto acomódanse mis ojos a la sombra, y veo. Es algo que participa de lo hermoso y lo<br />
espantoso. El Reus parece avanzar entre gasas voladoras; las luces de los mástiles, y la<br />
triple hilera de ventanillos de los camarotes, a todo lo largo del costado, alumbran en su<br />
torno un romper de olas y de espumas curvadas en láminas luminosas remolinadas sin cesar<br />
y siempre cambiantes en fantástico aleteo de danza serpentina... Se hunde, se alza, se