Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
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176<br />
Sólo restan los afectos mantenidos de esperanza: la india con su relojero -que ya han<br />
hablado de boda, casi; Aurora junto a la condesa, cuya amistad quiere sin duda conservar<br />
para Manila... Amistad de la gobernadora... nuevo afán de otros capitanes de a bordo y de<br />
otros<br />
Enriques que la afirmen «en la buena sociedad», puesto que éstos irán el uno a España, el<br />
otro, a la isla de Joló. Han terminado afablemente «sin trompada», la pescadera y Enrique:<br />
él no charla hoy con Pascual, sino acá y allá con el grupo volante de hombres donde ahora<br />
está don Lacio.<br />
También, más triste, la pobre Pura, sola con su madre, se da cuenta de cómo a cada instante<br />
los arreglos de equipaje apartan de su lado al tenientito; en el grupo de don Lacio brinda<br />
ahora cigarrillos el despierto tenientito, de su pequeña pitillera de frac, con monograma...<br />
Hay cosas de<br />
un viaje de un mes que no puede olvidarse en una vida.<br />
Yo, igualmente las llevo: ardientes y penosas como la de esa Sarah infeliz, que allá abajo<br />
llora y odia mis noblezas, y vagas e infinitas como las de esta mujer con el nombre de<br />
Lucía, que ha pasado por mi lado en fantasma de intangible felicidad...<br />
Acércaseme el comandante. Estalla de risa. Viene de donde don Lacio, con fúnebre<br />
gravedad, le está proporcionando una maravilla de negocio a un comerciante, excompañero<br />
de tresillo. El comandante me lo cuenta interrumpiéndose con carcajadas. Consiste en<br />
explotar la producción de lanas, sin dehesas, ni ganados ni pastores... «Una ganadería de<br />
perros de lana». Sabe don Lacio que abundan en Manila, y no tendrán más que comprar...<br />
quinientos, seiscientos... poniéndoles un local donde acudan por la noche... soltándolos de<br />
día a fin de que se mantengan al merodeo por las calles...: y cada tres meses... ¡zas! la<br />
esquila.<br />
Voy con el comandante, que no cesa de reír.<br />
Don Lacio informa a su interlocutor, que escucha como un bobo.<br />
-El toque en los negocios, don Cástor, es inventar... ¡lo nuevo! y esto no se le había<br />
ocurrido a nadie... El huevo de Colón. ¿Me quiere decir por qué no ha de aprovecharse en<br />
trajes la lana de los perros?<br />
-Tendrán ustedes que sacar patente -interviene el tenientito.