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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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112<br />

de enferma, acentuada por la sombra lirio de los párpados, de los ojos que arden en seca<br />

fiebre de pasiones... Me aterra la chiquilla. Me aterra su mirada baja, fija en el mar, y su<br />

enorme palidez en que le tiemblan los labios. No puede por menos de estar viéndome, ya a<br />

seis pasos, y espera, espera..., espera crispadamente quieta, pronta a la amargura de<br />

quedarse<br />

convencida de que soy, capaz de pasar disimulando haberla visto... Esta ostentación<br />

singular de mudo reto hay en su quietud.<br />

Yo, llego. Temo no encontrar la frase frívola que nos conviene a los dos.<br />

-Ah, Sarah... ¡buenos días! -digo por último.<br />

Y me detengo, sin pasar al balconcillo.<br />

-Oh, Andrés... ¡buenos días! -exclama sin sorpresa, sin mirarme, con violenta indiferencia.<br />

Dejando caer el brazo al antepecho y pasándose con fuerza los dedos de la otra mano por la<br />

frente, por las sienes, cual si apartase entre los negrísimos rizos árido ensueño, quiere decir<br />

algo, y no lo dice.<br />

Queda seria. Me ha mirado. Mira al mar. Yo he doblado los codos en la borda, y miro<br />

también al mar.<br />

Luego, saco un cigarro y lo enciendo. Inspírame agria curiosidad la espontaneidad del<br />

sentir de la muchacha. Querría oírla cómo explica su presencia aquí, a tal hora; mas no<br />

habla ni parece sentir la tirantez del silencio. Los dos vemos alejarse en la ondulación del<br />

oleaje, que promueve el buque, la envoltura del paquete de cigarros que, al sacar el último,<br />

yo he arrojado.<br />

Últimamente es más cobarde mi callar, y lo interrumpo -un tanto dominado por el suyo:<br />

-¡Ah, Sarita!... ¿No ha dormido, aún?<br />

El diminutivo la hiere. No he debido emplearlo. He podido notar en sus labios la<br />

fulguración del desagrado.<br />

-Sí. He dormido dice escuetamente.<br />

Me lanza el odio fugaz de una mirada, y añade:<br />

-He dormido. Yo madrugo... ¿sabe usted... señor Serván?<br />

Vacilo. ¿A qué, no obstante, recogerle su ironía?<br />

-¡Gran madrugadora! ¡oh!... ¿Todos los días lo mismo?<br />

-Lo mismo. Todos los días.

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