Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
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-Bé, bé, bé...<br />
Entáblase discusión, entre risotadas -temiendo yo que vamos a dar todos en la cárcel por<br />
irreverentes. Gracias a que le pone fin Pascual, imitando el trémulo -Bé, bé, bé... de las<br />
cabras, tan a la perfección, que la divina cabra le contesta con toda claridad:-Bé, bé, bé...<br />
Una ovación a Pascual termina el incidente; y salimos -orgulloso don Lacio de lo que llama<br />
nuestro diálogo con los dioses, para calmar la iniciada irritación de Aurora por haber hecho<br />
la cabra, «el burro», Pascual... En cambio, Pura, a quien la oración le ha caído en gracia, no<br />
cesa de repetir...«Virgen cabra, virgen cabra...»<br />
Sigue el paseo, barrio chino adelante. A mitad de una calle, igual que todas desierta, por<br />
tres altas ventanas oímos música... música singular, sartenera, del país... Ya ha hecho parar<br />
don Lacio, que marcha<br />
al frente; y están las damas alarmadas, creyendo en... la orquesta de Port-Said. Pero si lo es,<br />
vive el cielo que indecente -en tal casucón cuya fachada se inclina roñosa y sucia para<br />
hundirse. Baila, alguien, arriba; una silueta salta proyectada por la luz en la pared frontera;<br />
la<br />
curiosidad de lo indígena en su propia salsa nos excita; pero es el caso que estos chinos de<br />
los cars no saben más inglés que dos docenas de palabras para uso de las calles, y Lucía no<br />
los entiende. En vista de ello, repítese la previa indagación de Port-Said. Se destacan don<br />
Lacio y el húsar..., vuelven a bajar...<br />
-¡Un baile!<br />
¡Bravo, a él!... Realizada con pena la tenebrosa ascensión por un recto y larguísimo tramo<br />
de escalera poco más cómoda que la de un albañil, invadimos un miserable camaranchón<br />
colgado de telas rojas y divididas en dos por una mampara de petates... Los chinos nos<br />
reciben con un silencio estupefacto. Descansan ahora. Uno, en medio, viste túnica y<br />
caperuza de augur y le llegan a mitad del pecho las guías lacias del bigote. Además, las<br />
chinas están detrás de los petates y sólo asoman por encima las cabezas.<br />
Inquirimos. El asombro de ellos y el asombro nuestro es igual, en el silencio de intimidad<br />
perturbada. Mas, puesto que si no nos invitan a nada tampoco nos echan, permanecemos, en<br />
pie, en grupo, esperando.