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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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177<br />

Las risas acaban de escamar al comerciante, y se escurre, se nos deshace la reunión... Se<br />

desliza con su calma figurita de besugo y su gorra de ensaimada y su negro bigotito de<br />

caricatura tudesca.<br />

Pasamos con frecuencia cerca de islotes desiertos, llenos de bosque, como macetas<br />

flotantes, que no nos llaman la atención. Apenas si distraen un rato nuestro afán del término<br />

del viaje en que empezará otra vida...<br />

La campana llama al comedor. Última comida la de esta tarde, triste como todo lo último.<br />

Bajo. No falta un pasajero, y adviértese no obstante esa disociación de los espíritus que no<br />

anima las conversaciones. El capitán llega a la mitad. Yo observo. Pura apenas toca los<br />

platos, junto al novio: he visto una lágrima en los ojos de ella... Es Aurora la que está<br />

posesionada de toda su importancia, llevando el tono de la charla alrededor nuestro, con<br />

aires de princesa de zarzuela. Hasta Pascual se permite sus intervenciones.<br />

De pronto se mueve una de las colgaduras cerca del piano y aparece Sarah..., llega, se<br />

sienta. La hablan, y responde con su niña melancolía de enferma, con los ojos bajos. Yo me<br />

inquieto, pero acaba por parecerme su presencia menos violenta que su sillón tétricamente<br />

vacío. Luego come ávidamente, sin haberme mirado ni una sola vez. La chiquilla... ¡la<br />

mujer<br />

tan horriblemente desairada! se engañó... ¡oh, comprendió! al encontrarme con Lucía. -<br />

¡Comprendió quizás en su horror y en su instinto de celosa más de lo que nosotros<br />

comprendíamos de nosotros mismos!<br />

¿He inspirado realmente a Lucía... -¡Oh, cómo su serenidad me desorienta! He creído aún<br />

que mira si miro a Sarah... ¡prohibitiva, ansiosa!... y no hace más que sonreír su faz<br />

tranquila y cortés igual que el día aquel que aquí comimos la primera vez al salir de<br />

Barcelona.<br />

El coronel, <strong>Al</strong>berto, el comandante, se informan de hoteles. El capitán da como<br />

indiscutiblemente mejor el Hotel de Oriente, en un hermoso barrio de extramuros, y luego,<br />

mas ya en inferior categoría, la Fonda de España, al extremo de la Escolta. Todos muestran,<br />

naturalmente, preferencia hacia el mejor.<br />

-¿A cuál irá usted, capitán? -pregúntame <strong>Al</strong>berto.<br />

Su pregunta es tan inopinada, tan brusca..., que yo sorprendo las más secas y toscas<br />

tenebrosidades de sus torpes celos. Quiere saberlo para ir a otro. Podría jugar fácilmente

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