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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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134<br />

Tumbado en el canapé, sin más que retrepar un poco la cabeza al respaldo; tumbada o<br />

sentada ella en el diván del interior, hablamos por las dos listas de persiana, viéndonos por<br />

el vidrio desde las narices.<br />

Menos mal que he comprobado que el vidrio no se puede descorrer; es un ventanillo poco<br />

más grande que el del fondo de los coches, donde encuádrase la faz de Sarah como un vivo<br />

retrato fantástico.<br />

La veo languidecer de su emoción dichosa y dejar pegada al vidrio la mejilla. En seguida,<br />

vuelve la boca y aplasta sus labios al cristal...<br />

Es un beso... son largos besos mirándonos... Así se me despidió anoche también.<br />

-¿Ves?... -díceme luego- ¡A través del cristal, ¡sin romperlo ni mancharlo!<br />

Y suspira.<br />

Pide más -liberada de impurezas con el catecismal recuerdo. Yo consiento. Juego nuevo -<br />

besos nuevos que tienen una infantil travesura digna de una excitadora exquisita. ¿Cómo no<br />

confesar que me marean?... El vidrio se entibiece entre las bocas mientras los ojos se<br />

clavan..., parece que tocan en él, los labios, otros labios entregados y prohibidos... que<br />

tocan en su tersura marfil de dientes...<br />

Pero una vez, cuando ella aguarda con los rojos labios en capullo, ávidamente pegados al<br />

plano diáfano, tras de haberlo limpiado los dos del velo de aliento que acaba siempre<br />

anublándolo, al ir a acercarme retírase lenta y queda sólo en el cristal el pico agudo de la<br />

lengua, más roja que los labios...<br />

-¡Ah!... ¡Sarah!!<br />

Un desencanto indifinible se apodera de mí, haciéndome abatir al respaldo la cabeza. Una<br />

ilusión, nacida apenas, ha muerto: la de este juego que me estaba al menos pareciendo el de<br />

la espontaneidad de los instintos en una vida salvajemente virgínea...; y han roto mi encanto<br />

la voluptuosidad aprendida..., lo artificioso, lo perverso, lo monstruoso en una niña de falda<br />

corta...<br />

Ella toma mi esquivez por un desfallecimiento de dulzores, y bajando a la persiana, me<br />

habla. El ruido del agua, del barco, se confunde con el soplo de su voz. Yo no sé lo que me<br />

dice, y la corto al fin:<br />

-Tú... Sarita... ¿has besado muchas veces?<br />

-¡Oh! ¡yo!! -respóndeme enojada, al exabrupto.

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