Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
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sí, diríase también que son amantes satisfechos de haberse dado en intención. Inocencias de<br />
retorno. Don Lacio funda en ellas sin duda su descuido con la esposa. ¿Por qué no entrar<br />
por un limbo infantil en la vejez, estas mujeres que han sido niñas siempre?...<br />
Mas, si tal ante el feo y fino comandante piensa don Lacio de su cónyuge, a pesar de todo el<br />
pelo de oro y todas las medias encarnadas, tampoco y menos deberá de ser la electa<br />
misteriosa del capitán... ¿De quién la horquilla, entonces?<br />
Llega el capitán, precisamente marcial, con su traje blanco, con su gorra de anclas:<br />
-<strong>Al</strong>a-cok?<br />
-<strong>Al</strong>a-cok! -le contestó.<br />
Se sienta. A bordo es un rey, y sabe llevar su cetro mundanamente afable. Yo no sé que<br />
tienen sus ojos, algo rojos y oftálmicos del sol, del mar y del yodo de las brisas, que cuando<br />
miran a una mujer creyérase que la penetran como a las nieblas, creyérase que la<br />
desnudan...<br />
Ayer. ¡ah, el viejo lobo galante!... ayer me ha expresado bien una rara sensación que estaba<br />
en mí sin forma, y que me convenció, por lo tanto. Mirábamos desde la borda al húsar,<br />
junto a Aurora y Pascual, en una parte, y a Pura, entre la madre y el novio, más lejos... Es<br />
decir, miraba él a Pura, con su mirada singular.<br />
«¡Lástima de muchacha -exclamó-, con esa madre! Yo, relojero, no podría casarme con ella<br />
y abrazarla sin pensar que abrazaba a la mamá...<br />
¿Se ha fijado usted?... un parecido estupendo, en caricatura, en herpético, en ridículo... ¡Oh,<br />
no, no podría besarla sin figurarme a la madre!... Recuerdo que tuve así que dejar de chico,<br />
en Málaga, a una novia que era propiamente su hermano el mayor -un chulo antipático!»<br />
Sorprendido quizás de explicarme la vaga repulsión que me ha inspirado Pura desde luego,<br />
aproveché la oportunidad para mis indagaciones, no sin recordar, a mi vez, que una<br />
magistral caricatura de un periódico me tornó repugnante para siempre a cierta actriz<br />
famosa (y no<br />
eran más que los levísimos defectos, gracias en ella, exagerados como los de Pura en su<br />
mamá, grotescamente); señalé a la pescadera y me permití decir:<br />
«No así aquélla, sin hermanos, sin mamá.»<br />
El capitán la miró y su gesto fue incoerciblemente nauseoso: