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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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129<br />

Me fijo, mientras ella finge con sonrisa y ademanes de enterada leer el verso. Es admirable,<br />

es casi monstruosa la cantidad de disimulo que cabe en la chiquilla. Confirmarlo, una vez<br />

más, me tranquiliza y me espanta.<br />

-¿Ves? -prosigue dándome con hábil descripción indicaciones, ya que no puede con la<br />

mano ni los ojos-: por el lado acá lo cierra ese torno de grúa, por el lado allá, cuerdas... Ahí<br />

cae una pequeña ventana de la saleta, la del testero; entra luego y la verás... Y la<br />

lampistería, desde<br />

el anochecer, la cierran y no vuelve nadie... Tú, a las once, cuando ya la gente se duerme<br />

por los canapés, a pretexto del ruido, del aire, de dormir más solo en la cubierta, puedes<br />

traerte ahí dentro el tuyo... Podemos hablar más de una hora, hasta que mi madre baja.<br />

-¡Ah, Sarah!... ¡tú ahí!... ¡si nos viesen!<br />

-¡Quita, tonto! -continúa volviendo una hoja. Desde luego, nadie te verá: a esa hora no se<br />

ocupan más que de estar tendidos; y si te viesen, ya tienes las disculpas.<br />

-Pero, alma; ¿y tú?<br />

-¿Yo?... -exclama mirándome un instante. Y con la vista en el libreto otra vez, añade en su<br />

son de rezo-: Toma, ¡qué tonto! A mí menos me verán.<br />

Repáralo después: el ventanillo, con un cristal que no se corre, tiene encima y debajo dos<br />

tablas de persiana, para la ventilación; por estas hablamos, por el cristal nos vemos; da la<br />

luz precisamente del farol de la lampistería..., a mí me gusta verte ¿sabes?...; y está todo eso<br />

tan bajo, que tú podrás estar echado, fuera, y yo también, dentro, en el diván de la saleta...<br />

En cuanto concluimos el ensayo apagan y la cierran, pero sin llave... ¿sabes?...<br />

Me aturde. Quiero disuadirla. Quiero replicar... encuentro un argumento:<br />

-¡Pero si eso es tan chico que no coge el canapé!<br />

Rápida, responde:<br />

-Coge. Está visto. Y sobra. ¿No ves que pueden entrar y salir con la percha de las linternas,<br />

que es más grande, por el otro lado?... Adiós, vete. ¡Hasta la noche!<br />

-¡Adiós, hasta la noche! -replico alejándome como un autómata.<br />

No comprendo por qué me domina así... ¡la chiquilla! Me traigo un poco la sombra de sus<br />

ojos, en un rencor, en una honda caricia erótica de oculto fuego... como un remordimiento<br />

anticipado...

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