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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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87<br />

Debe ser gentil hechicería cada tono y cada trazo de este cuerpo. Yo, imagino. Tiene sin<br />

duda la clave de todos sus escondidos encantos la cara de una mujer. La curva dulce y<br />

audaz de su mejilla, de su mentón, afirman en ésta la dulce audacia del pecho; sus cejas<br />

decisas y arqueadas, sus labios, su breve nariz, su ancha frente, el suave y limpio<br />

nacimiento del cabello en la sien... ¡qué de otros tesoros de gracia y de pudor no pregonan!<br />

Ella corta mi observación de improviso, señalando al occidente:<br />

-¡Ah, miren, qué hermoso!... ¡Gran teatro esta tarde!<br />

En efecto, deslumbra el resplandor, nos sume en su luz refleja como un escenario<br />

esplendente en un gigantesco teatro. El buque no es más que un palco en el fondo. El mar<br />

llano, la vasta sala vacía -y arriba el cielo, la bóveda limpia y colosal del cielo en un<br />

mimoso azul de turquesa.<br />

El cortejo del sol son nubes como liladas banderas rotas que lo velan de trofeos. Nubes<br />

flotantes en gloria de oro, densas y celosas ante el ígneo disco, que las rompe y cruza con la<br />

abrasante explosión de sus rayos, de sus lanzas encendidas... Síguenle por lo alto, a su<br />

descanso triunfal, otras nubes tenues, tímidas en la magnificencia del oro polvillado, como<br />

coros de almas heliotropo, como almas de vírgenes esclavas... Y abajo, sustentando y<br />

esperando toda aquella etérea apoteosis de brillanteces que rasgan en transparencias que<br />

tiemblan, extiéndese enlazada sucesión de cortinajes, de morados terciopelos que pliegan<br />

acá y allá sus cayentes y pesadas puntas tras el mar, mostrando infinitos interiores de<br />

alcázares en nacáreas claridades de naranja. Morada, sucesión de pesantes colgaduras que<br />

se tiende, que se abre en despilfarro de sedas por la línea redonda de las aguas..., que se<br />

dirían recta y<br />

uniformemente prendidas todas ellas en la barra fulmínea y apenas vacilante con que el<br />

astro las frangea rasándolas en lumbre.<br />

Formas que no se sabe de dónde acuden, que se condensan y crecen como arcadas de la<br />

ignota lejanía profunda, van juntando poco a poco las siluetas de un violáceo ejército de<br />

guerreros vistos de frente con sus potros y sus cascos..., inmóviles al fin y más negros,<br />

recortados en clarores ambarinos de una fluidez infinita. El sol sigue descendiendo tras su<br />

trono de lilas festoneado por sus llamas... Es una fastuosidad insolente que llena el cielo.

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