Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
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Juzgando por los pasantes, no sabría decir en cuál país estoy: árabes todavía, de peladas<br />
testas y enfajadas túnicas; turcos de vistosos zaragüelles y encarnados gorros; nubios<br />
gigantescos; hércules abisimos con turbante; fofos, hinchados chinos... Pero la raza..., la<br />
raza ¡oh! ¡sin duda es ésta de los negros casi en cueros! Negros que no son negros, sino<br />
sencillamente morenos de un moreno de cocido barro y de una belleza de cuerpo y de rostro<br />
escultural.<br />
Me sorprende, sobre todo, en las mujeres. Poco aficionado a geografías ni crónicas de viaje,<br />
no es talmente crasa mi ignorancia, sin embargo, que no pueda memorarme de que me hallo<br />
en la tierra de las bayaderas, en este Ceilán indostánico donde es fama que alcanza la línea<br />
humana su máxima perfección. Quisiera recordar, además, dónde he visto delicadísimas<br />
muchachas como éstas, alguna vez, con sus telas leves y colgantes que les dejan<br />
descubiertos los senos y las piernas... ¡Sí! ¡en todos los escaparates de Madrid! ¡en<br />
estatuillas!. Yo he tenido una en mi despacho. Mas, ¡qué diferencia cuando las estatuillas<br />
andan y enseñan los<br />
blancos dientes al reír!<br />
Veo algo que me irrita; que me hace, no obstante, comprender por qué los ingleses<br />
dominan, reciamente dueños lo primero de sí mismos: una de las estatuillas, que trae a la<br />
cabeza una arandela de plátanos, ha rozado leve con una hoja colgante el hombro de un<br />
policeman... que le ha dado un latigazo; la infeliz ha huido al centro de la calle con terror de<br />
esclava,<br />
y le ha dado un nuevo fustazo otro inglés que a poco la atropella con su Lady en un car.<br />
Daría por una de estas muchachas... ¡Londres!<br />
Tienen una admirable singularidad: todas parecen jóvenes y todas se parecen, igualmente<br />
finas y bonitas -como las alondras de un bando. <strong>Ellas</strong> serían las diosas si fuésemos los amos<br />
de Ceilán los latinos -los españoles, los portugueses, los franceses, los italianos... ¡oh<br />
carinas!<br />
Pasan, pasan... con el nudo alto de su pelo y sus túnicas ligeras que les dejan libres los<br />
senos, las piernas.<br />
En un bar, los stores de junco medio levantados déjanme vislumbrará los ingleses que se<br />
emborrachan con cerveza guardando al fresco un silencio panteónico. Miran simplemente<br />
hacia la calle, meditando sus negocios, a los efluvios del alcohol...