Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
138<br />
Andrés, que no oí...: la orquesta, la egipcia de Port-Said..., la tú sabrás qué de Colombo...<br />
¡Tontería! y en tanto ¡justo!, nosotras en el vapor, como de palo... ¡Buena tontería nos dé<br />
Dios, y qué... poca tenéis los hombres!<br />
Pone un beso en el cristal, y escapa. No sé por dónde. Ni la siento abrir, ni pasar por las<br />
cubiertas.<br />
Salgo poco después de mi escondrijo, y como veo gente en tertulia hacia el puente,<br />
acércome a la borda, dando tiempo a que partan las señoras... El espectáculo del agua,<br />
batida por la marcha, me distrae... las fosforescencias magníficas de este golfo de Bengala.<br />
La noche es obscura, pero el mar se alumbra por sí propio. Flores de plata suben de su<br />
fondo, y tiemblan y se deshacen en estrellas. Arde en cada arista del oleaje una llama. Salta<br />
luz. Parece que el mar, tranquilo, sereno en torno, es un manto negro que va rasgando a su<br />
marcha el Reus..., rasgándolo en jirones que descubren antros de fantástica y ardiente<br />
argentería... Las madejas de luz surgen, flotan, se destejen a los lados... A veces toda la<br />
banda corre por una onda de lívido fuego azul, que da la ilusión de un buque salamandra<br />
corriendo por un incendio de luna...<br />
Las damas se han marchado. Sigue insólitamente la tertulia de hombres. -Decídome a ir en<br />
busca de mi ancho canapé de sueño, recordando que el capitán nos anunció, a la salida de<br />
Colombo, el cruce con otro trasatlántico de la Compañía, el Isla de Mallorca, próximamente<br />
para la media noche, antes de la llegada a Singapure. Sin duda esperan éstos<br />
comprobar hasta qué punto fue preciso el augurio del capitán. Les oigo hablar, cuando<br />
llego; mas no de barcos... El camarero me tiene solícito la almohada en un canapé, y yo me<br />
tumbo, escuchando. Es un picoteado de frases agrias entre el relojero y el tenientito, de<br />
frente uno a otro en el corro de sillones donde veo también al indio, al comandante, al<br />
doctor de a bordo, al señor que hace el gallego del Margaux, a Enrique tomando un chin-<br />
cocktail. Por la lumbrera sube la claridad de los que juegan al tresillo. Se habla de Pura. Se<br />
habla de la madre Pura.<br />
Se habla de las dos con un cruel desgarrar de tigres.<br />
-¡Por supuesto, la dio usted el beso! -dice el comandante.<br />
-¡Oh, no, no! -salta en galán el tenientito, que encuentra un poco fuerte el descaro-; me va<br />
usted a perdonar, mi comandante, pero no la di el beso. Es que así, en el velador, al<br />
doblarme... como ella tiene tan hueco el pelo en la oreja...