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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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sobrias y castas plegaduras de túnica de ángel, de peplo, con que cae su traje, ni la morena<br />

y pálida enjutez bella de su cara engañadora.<br />

Y a mí, en cambio, me inquieta toda esta diestra osadía con tanto de rebelde, de<br />

pérfidamente violento, de misterioso... porque dudo de si me será posible hacer recibir a tal<br />

indómita vida concentrada, ardiendo sólo en sus instintos, la benéfica influencia de calmas<br />

y delicadezas<br />

recomendada por Lucía. Tal vez ésta se engañó. <strong>Al</strong> menos, el papel de educador de alma<br />

que me ha conferido, es superior a mis fuerzas... Mi última carta a Sarah, de esta tarde, ha<br />

sido insípida, llena de vulgaridades, por cumplir, en rápida renuncia del afán de noble<br />

dominador<br />

con que llené ayer mismo para ella dos pliegos -en desorientada respuesta a su 1arga<br />

esquela última, tan viva de voluptuosidad, de carnal voluptuosidad, más encerrada en la<br />

intención y el sentimiento que en el valor mismo de las frases, que la rompí, por no tener<br />

que mostrarle con<br />

ella a Lucía mi derrota.<br />

¡Claro está que lo mismo le oculté el encuentro del pasillo!... Pero mi empeño persiste. No<br />

es por Sarah, es por Lucía, que ha puesto en mí para la muchacha una empresa digna de<br />

Lucía. El fracaso hubiera de humillarme ante la alta amiga que también lo juzgó digno de<br />

mí.<br />

Medito, vuelto al mar. Es la borda el eterno balcón de todas nuestras preocupaciones. El<br />

pasaje está repartido entre el comedor y la saleta, en cuyas abiertas ventanas se agolpan los<br />

que no caben. Me llega al oído el recitado de Sarah... de mi novia... (¡oh, no me<br />

acostumbro!... ), en diálogo que Enrique no lleva mal. Abajo, por las mangueras del<br />

comedor,<br />

suena el violín del relojero.<br />

Distráenme las fosforescencias del mar. Son de llama, son de plata encendida en cuanto se<br />

las hiere, estas aguas del golfo de Bengala. -Pero noto que ha cambiado al gallego la voz<br />

que dialoga con Sarita, y veo a Enrique, que se acerca:<br />

-Director, ¿y Aurora?... ¿la ha visto?<br />

-No, querido. Yo no la dirijo.

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