Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
128<br />
suprime; la ramera sí... base social... <strong>Al</strong>guien lo ha escrito y lo ha leído el húsar: la<br />
prostitución es la salvaguardia de las familias. <strong>Al</strong>berto, vivo, replica: -Justo, porque ellas no<br />
son familia; ¡a su vez... las rameras! -Pues si lo son, recoge el tenientito -mal se hace en<br />
creerlas raza aparte! Pues si no lo son -chilla <strong>Al</strong>berto -vean ustedes que son ustedes los que<br />
las creen ahora de otra raza!...- ¡Cómo! yo no digo... -¡Es usted! -¡Yo no soy!...<br />
Gritan, gritan, liados... no se entienden. Yo me alejo, pensando que ninguno y los tres<br />
tienen razón -admirado una vez más de cómo una polémica mal puesta, frente a los<br />
absurdos criterios hechos de la moral antigua y del pretendido «indiferentismo positivo y<br />
práctico» moderno de los Gobiernos, de los Estados, tortura a la lógica. Es el mismo<br />
embrollo que<br />
vi cien veces en el casino de mi pueblo; la misma rabiosa escaramuza de que salían<br />
exasperados e igualmente vencidos, sin confesión, los rivales, roncos de gritar, diciéndose<br />
sin duda cada uno para sí, camino de su casa: ciertas cosas no cabe razonarlas, cada cual su<br />
ley en paz!... -Sin perjuicio de volver a la carga al día siguiente.<br />
Veo, en cambio, otro gran grupo de señoras hacia la proa, en discreto cónclave de pudores<br />
alarmados. Como éste de los hombres ha venido a discutir con libertad aquí junto a los<br />
ventiladores, al dirigirme a aquél, picado de curiosidad, tengo que pasar de nuevo ante la<br />
saleta..., y frente a ella, en la borda, disimulando con el libreto de Chateau Margaux en la<br />
mano, veo a Sarah, que me llama con seña imperceptible.<br />
-¡Hola, Sarah! -le digo.<br />
Y luego, bajo:<br />
-Adiós, vidita. ¿Qué haces?<br />
-Te espero.<br />
-Hoy no te he escrito, ¿sabes?...<br />
-¡Bah, qué tontería!... a mí me gusta oírte. Hablaremos por las noches. ¿Quieres, Andrés?<br />
-¡Oh!... ¡cómo!... ¡dónde!...<br />
-Mira, fíjate... -dice mostrándome Chateau Margaux, con tal naturalidad que yo me fijo en<br />
el verso que marca con la uña. Y ella añade, en el mismo acento, sin alzar la vista de la<br />
página. -No; es por si nos miran. Digo que te fijes... ahí enfrente..., en ese hueco que está<br />
entre la saleta y la lampistería.