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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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63<br />

-¡Yo! -dice asombrada de que yo venga como a juzgar necesarios a su distracción, los<br />

libros...¡toma!.. pues... ¡mire!... pues... ¡bah!... Ni que acaso Dios no hubiese...<br />

Vuelvo la cabeza, porque la he visto iluminarse súbitamente de alegría.<br />

Es que llega el relojero. Se sientan. Se hablan. Yo me marcho y me pongo a pasear.<br />

Esta muchacha ha hablado también en nombre de la vida con la ingenuidad de sus bostezos.<br />

Acaso muchos le concedemos una importancia excesiva al arte de los libros.<br />

- X -<br />

Han barrido las olas. Se las ha llevado consigo el viento y no queda más que el patio<br />

infinito de suelo de cristal en que ellas juegan a las niñas o a las furias.<br />

El mar está vencido, dormido bajo el aire quieto, bajo el cielo de cúpula translúcida de<br />

horno cuyo sol ardiente triunfa inmóvil en el cenit.<br />

Yo no había visto ni concebía siquiera el mar así. Y todo es de color de tersa plata<br />

clarísima, el mar y el cielo -un chinato lanzado al agua engendraría el perfecto círculo<br />

creciente que en un estanque.<br />

El buque va dejando a los costados la ondulación que dejaría el paso suave de una mano en<br />

una tina.<br />

Teníamos la esperanza de algún alivio de frescura en la salida del Rojo, y es más grande el<br />

fuego aquí, la llama fluida del ambiente, a pesar de llevar navegando muchas horas por el<br />

estrecho de Badel-Mandeb, cuya tórrida costa septentrional divisamos, de tiempo en<br />

tiempo, peñascosa y seca.<br />

Hoy da lo mismo el interior que la cubierta. Está todo penetrado por igual de calma y de<br />

bochorno. Las ropas parecen recién acabadas de pasar por una plancha. Se toca un hierro a<br />

la sombra, buscando su consuelo, y está más caliente que la mano. Hay que tener los brazos<br />

separados del tronco, las piernas una de otra. Se querría sudar y no se suda; la piel parece<br />

urticada; yo creo que encima de ella, los hombres, las damas, llevamos nada más las<br />

blancas telas salvadoras de Port-Said: cuando menos, de mí estoy seguro -y a través de una<br />

batista sutilísima de Pura, habríamos jurado Enrique y yo que la hemos vislumbrado por la<br />

espalda el tono limón del corsé directamente sobre el tono rosa de la carne.

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