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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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78<br />

no traiga detrás la fiebre, el mal del hígado... ¡Oh! ¡oh!... he visto en Salamanca a un primo<br />

que volvió de Cuba hinchado, de comer bananas y aguardiente... ¡Era más fuerte que yo!<br />

Tira la fruta a la percha. Quítase de los dedos los anillos, para enjabonarse.<br />

Mirando uno de los anillos, pienso que vale más que las reflexiones de Pascual le estorben<br />

casi siempre decidirse, porque cuando se decide, es peor. Tras dos horas de imposible y<br />

regateado ajuste por señas, le dio en Aden al judío quince duros y el mazacote medallón de<br />

la cadena, en forma de caja de caudales, que bien valdría otros quince, por esta sortija de<br />

oro que luce un grueso topacio. Es tan incoloro, que él lo creyó un brillante. Vale seis<br />

duros, a todo tirar. Cuando se lo dijimos al día siguiente, Pascual se desesperó. No hay<br />

mañana que no hable del anillo.<br />

En efecto, al enjugarse y ponérselos, se acerca:<br />

-¿Pero de verdad, capitán, no es brillante?<br />

-Reluciente, nada más. Un topacio.<br />

-¡Caramba!<br />

-Han engañado a usted.<br />

-¡Me caso con el moro!... Y la cuestión es que... él no me engañó... él no me dijo que fuese<br />

brillante... Fuí yo que... ¡con este no hablar español!<br />

Hace en seguida un fragmentario discurso entre dientes, acerca de la ventaja que reportaría<br />

el que hablasen español todos los franceses, los ingleses, los moros... (para él son moros<br />

cuantos vamos encontrando en el camino)... Saca brocha, polvos de jabón y navaja, y<br />

pónese a afeitarse. A cada movimiento, pide perdones. Va llenando el diván, su litera, la de<br />

Enrique, de trastos. Es respetuoso como un guardia civil, limpio como un guardia civil,<br />

torpe como un guardia civil.<br />

Y en el fondo un infelizote que se cae de bueno. Aunque los dos compañeros hemos<br />

simpatizado con él, Enrique es quien cultiva predilectamente su amistad. Convencido éste<br />

de que no puede ser sino Lucía la dueña de la horquilla, dedícase a la pescadera con<br />

empeño. En efecto, el capitán, desocupado a todas horas por este golfo de Bengala, que no<br />

obstante su fama hallamos tan amable después de haber cruzado una noche entre la isla<br />

Socotora y el faro de Guardafuí, permanece en la tertulia largos ratos sin cuidarse de la<br />

hermosota Aurora..., cruzando apenas con ella tal sonrisa y cuál mirada en recuerdo de los<br />

pasados flirteos -más bien atento a conversar y a parecerles cortés a Charo y a Lucía.

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