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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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37<br />

Hemos parado en mitad del puerto. Con el bote de sanidad nos rodean y nos asaltan muchas<br />

barcas pintorescas cuyos tripulantes convierten la cubierta, a escape, en una feria oriental.<br />

Son negros no mucho más vestidos que los chicos, y que venden magnolias, plumas de<br />

avestruz y pedazos de marfil; moros con colorinescos bombachos y turbantes, que ofrecen<br />

joyas y sedas carmesíes; judíos de cómica caperuza de palma que cambian duros por<br />

dollars; lavanderos mecánicos que nos devolverán limpias<br />

y planchadas en dos horas las camisas... Y entre todos, saludando compatriotas,<br />

garantizando servicios, el cónsul de España escoltado por un gigantesco abisinio en cuyo<br />

turco uniforme de oro y cobalto cae terrible el combo alfanje...<br />

No nos hemos dado cuenta de que el buque ha vuelto a andar, de que se para, de que está<br />

abarloado en el muelle hacia el cual tiende desde el portalón sus pasarelas.....<br />

- VI -<br />

Dan las seis en no sé qué náutico edificio del puerto, cuando lo dejamos en pandilla la<br />

condesa, su hija, Lucía y <strong>Al</strong>berto, el coronel con su familia, don Lacio y yo. Contra la<br />

claridad del crepúsculo el gas, empieza a lucir en la recta calle larguísima a cuyo frente está<br />

el Reus.<br />

Debe de ser la más importante de Port-Said completamente europea, llena de tiendas de<br />

griegos.<br />

Antes de recorrer dos tramos, ya las señoras han sufrido la tentación de algunos comercios,<br />

y bajo su dirección realizamos compras. Trajes de hilo, por medias docenas, baratísimos -<br />

ventaja de puerto franco. Nuestro poco de francés nos sirve a maravilla. Los horteras van<br />

enviando paquetes al buque, tomando nuestros nombres y entregando en garantía sus<br />

tarjetas. Dos horas en compras. Yo me aburro. Sospecho que no veré la ciudad, por<br />

acompañar a estas damas. Me distraigo a las puertas, donde me acompañan Sarah y las<br />

hijas del coronel. Están llenas de gente las aceras.<br />

Por todo «exotismo» lucen los hombres, con chaqueta o con chaquet, gorros turcos. Tal<br />

cual negro, tal cual moro, pasan por la calzada con cargas, o vendiendo dátiles y cocos.<br />

Pocas señoras. Abundan tipos que, si son indígenas, no lo dicen más que en su morena tez y

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