Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
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Lucía insiste:<br />
-¡Haga usted, Andrés, que Sarah baje!<br />
-¡Oh, Lucía!... Sarah... no estaba aquí... no está en la cubierta- ¡Y como es la única parte de<br />
verdad que puedo decir de lo indecible, lo he dicho firmemente!<br />
-Baje usted, al menos. Es lo mismo.<br />
Voy a obedecer... pero vuelvo a sentarme. He tenido el impulso de pedirla que me<br />
acompañe también... como guardia de la débil voluntad y de la vida miserable que bien<br />
podrían torcer su marcha desde el comedor al camarote... ¡Ah, únicamente al lado de esta<br />
luz de alma podré sustraerme a la atracción del cuerpo en fuego que va de cierto sufre y<br />
llora en su misteriosa prisión! Sí, yo querría ir siquiera a avisarla... ¡Y no sabría resistir sus<br />
besos mi débil voluntad, mi vida miserable!...<br />
-Lucía... ¿quiere usted que no nos preocupemos más de esa chiquilla?... Ni para forzarme<br />
yo ahora mismo en dar inútiles satisfacciones... ¿a qué? Yo estoy con usted... con Aquélla a<br />
cuyo lado se está siempre en ambiente de respeto... Y mire, me están viendo: también hay<br />
gentes aquí... allá... allá...<br />
Confía en mi decisión, después de lo que ella cree fracaso de las suyas, y yo, míseramente<br />
dichoso del alto concepto que de mí conserva con sólo haber sabido callar, la oigo en triste<br />
y sencilla complacencia hablarme del mar, de la luna que vemos por tercera vez menguante<br />
en<br />
nuestras noches del viaje, como un arete que no alumbra, perdida entre luceros. Luego<br />
conversamos del término del viaje mismo: hemos visto pasar tantos pueblos y tantas gentes<br />
y tantas cosas desde la borda, que se diría que estamos en otro mundo... en otro mundo<br />
fabuloso de este extremo de la Tierra adonde vamos llegando, habiendo en suma andado<br />
menos, que en cualquier tarde madrileña de paseo por el Retiro. La paradoja de lo simple<br />
nos abruma, y adquirimos la noción de que le hemos tornado afecto al barco, que<br />
tendremos que dejar ya dentro de tres días... Hay una melancolía de todo lo que acaba, que<br />
nos lleva, pudiera decirse, con sorpresa, a reparar en nuestros destinos diversos... ella va a<br />
Iligan, en la isla de Mindanao, no a Ilo-Ilo como me dijo no sé quién en Barcelona...: yo iré<br />
a las órdenes del general Rey, a quien vengo recomendado, no, sé adónde... mas ¿por qué<br />
no quizás a Mindanao, centro de la guerra también con los moros y los indios?... Nos hace