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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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171<br />

Lucía insiste:<br />

-¡Haga usted, Andrés, que Sarah baje!<br />

-¡Oh, Lucía!... Sarah... no estaba aquí... no está en la cubierta- ¡Y como es la única parte de<br />

verdad que puedo decir de lo indecible, lo he dicho firmemente!<br />

-Baje usted, al menos. Es lo mismo.<br />

Voy a obedecer... pero vuelvo a sentarme. He tenido el impulso de pedirla que me<br />

acompañe también... como guardia de la débil voluntad y de la vida miserable que bien<br />

podrían torcer su marcha desde el comedor al camarote... ¡Ah, únicamente al lado de esta<br />

luz de alma podré sustraerme a la atracción del cuerpo en fuego que va de cierto sufre y<br />

llora en su misteriosa prisión! Sí, yo querría ir siquiera a avisarla... ¡Y no sabría resistir sus<br />

besos mi débil voluntad, mi vida miserable!...<br />

-Lucía... ¿quiere usted que no nos preocupemos más de esa chiquilla?... Ni para forzarme<br />

yo ahora mismo en dar inútiles satisfacciones... ¿a qué? Yo estoy con usted... con Aquélla a<br />

cuyo lado se está siempre en ambiente de respeto... Y mire, me están viendo: también hay<br />

gentes aquí... allá... allá...<br />

Confía en mi decisión, después de lo que ella cree fracaso de las suyas, y yo, míseramente<br />

dichoso del alto concepto que de mí conserva con sólo haber sabido callar, la oigo en triste<br />

y sencilla complacencia hablarme del mar, de la luna que vemos por tercera vez menguante<br />

en<br />

nuestras noches del viaje, como un arete que no alumbra, perdida entre luceros. Luego<br />

conversamos del término del viaje mismo: hemos visto pasar tantos pueblos y tantas gentes<br />

y tantas cosas desde la borda, que se diría que estamos en otro mundo... en otro mundo<br />

fabuloso de este extremo de la Tierra adonde vamos llegando, habiendo en suma andado<br />

menos, que en cualquier tarde madrileña de paseo por el Retiro. La paradoja de lo simple<br />

nos abruma, y adquirimos la noción de que le hemos tornado afecto al barco, que<br />

tendremos que dejar ya dentro de tres días... Hay una melancolía de todo lo que acaba, que<br />

nos lleva, pudiera decirse, con sorpresa, a reparar en nuestros destinos diversos... ella va a<br />

Iligan, en la isla de Mindanao, no a Ilo-Ilo como me dijo no sé quién en Barcelona...: yo iré<br />

a las órdenes del general Rey, a quien vengo recomendado, no, sé adónde... mas ¿por qué<br />

no quizás a Mindanao, centro de la guerra también con los moros y los indios?... Nos hace

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