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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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71<br />

Una nevada negra que ha caído sobre el buque. Sólo es blanca la huella de mi cabeza en la<br />

almohada. «Mi retrato, vaciado al carbón -un camafeo; o si se quiere una cama fea, negra,<br />

cochina, asquerosa...» -según don Lacio.<br />

Por suerte han desaparecido las balsas con sus demonios, y una ligera brisa riza el mar.<br />

-¡No es ducha la que nos van a dar esta mañana!<br />

- XI -<br />

Es nuestro tercer domingo de a bordo, y oímos la misa, en la ancha entrecubierta del palo<br />

mayor, frente al altar improvisado bajo un velacho a medio arriar en sus cordajes, formando<br />

baldaquino. Gran concurrencia y caras alegres, gracias al mar bien humorado. Es un tirano<br />

el padre mar, que se extiende ahora planamente rosado al infinito: si ríe, todos gozosos; si<br />

se entristece, no hay más remedio que imitarle.<br />

Pero la francesa no ha acudido, defraudando al grupo de «señores de misa de una», como<br />

disculpa humorísticamente el capitán a estos que no vienen a oírla jamás, «porque es<br />

temprano». No habrían venido hoy tampoco en no siendo por madama. No la vemos; sigue,<br />

pues, la reclusión del camarote.<br />

-Grave debió de ser la falta -comenta don Lacio-, ¡ah, ladrón de doctor!<br />

Sólo que mira al húsar, al decirlo -porque como en el mar y en la tierra, según él, unos<br />

cardan la lana y otros se llevan la fama, estamos ya más de tres en la evidencia de que el<br />

pobre doctor Roque se pudo calzar el tiro por cuenta de Enrique..., más y más<br />

anticipadamente aprovechado en el misterio de la noches...<br />

Acaba de confesármelo, él propio, antes de venir a misa -viendo que ya algunos le<br />

hacíamos objeto de indirectas a cargo de otras del capitán, entre amenazadoras y afables,<br />

siempre que nos quedamos «los íntimos» hablando del suceso... o lo que es igual, riéndonos<br />

del doctor.<br />

-Bien cuando vuelva a marearse, le haremos la guardia, querido<br />

-insiste don Lacio- ¡Da mucho de sí el mareo bien administrado!<br />

Enrique tira de mí, cuando bendice el cura.

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