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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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completamente blancos, les da una elegancia ligera, de mariposas... Sólo traen a la cabeza,<br />

ellos, sombreritos de paja o gorras blancas, también, según no son o son militares; ellas<br />

pamelas adornadas con rosas... Son las diez. Vienen a recibir el buque de España, paseando,<br />

sin conocer a nadie... Apenas algunos saludan al capitán, y un grupo a don Lacio y su<br />

familia... en cortesana recepción del gobernador que ha vuelto a la respetabilidad de su<br />

saqué negro, como los demás a nuestros uniformes. Le veo serio por primera vez, grave... Y<br />

son los primeros que desembarcan, en bote especial, con algún carruaje que les espera para<br />

conducirlos al Gobierno...<br />

-¡Adiós! ¡Adiós!<br />

En la prisa, en el barullo, en mi permanencia de estatua junto al portalón, insensible a<br />

cuanto no sea volver los ojos en busca de Lucía..., noto tarde, cuando ya el bote se aleja de<br />

la escala, que no sé cómo Sarah habrá pasado junto a mí sin saludarme, sin que sea la suya<br />

una de estas<br />

manos que yo he estrechado maquinal.<br />

Espero. Los agentes de desembarco van reclutando gente. No quiero ser yo el que se separe<br />

de Lucía como de mí Sarah. He de verla. «¡Adiós! ¡adiós!»... Y estrecho manos. «Se queda<br />

aún... ¡adiós, capitán!»... La india, el relojero... Dos tenientes... el tenientito... «¡Adiós!»...<br />

Arriba he visto a Pura abrazando a su padre. Sale otro bote. Va en él la familia del coronel.<br />

La afluencia crece. Las cajas y maletas lo entorpecen todo, alrededor, por la escala... Miro<br />

enfrente los faroles del muelle, del río... el Pasig. El doctor de a bordo me dice que son de<br />

la Luneta, un hermoso paseo de la playa, las hileras de luces que contornean la ciudad.<br />

-Hasta después, hasta mañana, hasta pronto -me dice Enrique, que al partir me abraza, en<br />

este buque de nuestra afectuosa amistad- ¿se empeña usted en no ir al Oriente?<br />

-No sé. ¡Veremos! -le digo. -Realmente tengo ganas de soledad, tras el barco.<br />

Baja Enrique.<br />

En la portada de la galería aparecen Lucía y <strong>Al</strong>berto. Ella mira, buscándome entre la<br />

confusión. He elegido mal sitio. Van a pasar al otro lado de la gente. ¿Debo ir?... ¡Ah! de<br />

pronto me ve <strong>Al</strong>berto y vuelve la cabeza; su ademán, casi su tirón de fuga, advierte a Lucía<br />

de mí... Es ella ¡brava!... la que se ha desenlazado del marido y se me acerca... serenísima,<br />

tendiéndome la mano:<br />

-Adiós, ¡Andrés!

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