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Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo

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68<br />

Gritan, procurándose público, a la otra banda, los pequeños nadadores. Realizan prodigios y<br />

acaban por tenerlo todo al anochecer, cuando empieza la feria a disolverse. Por piraguas<br />

traen pequeñas balsas de troncos atados, y reman con astillas. Gatean inverosímilmente,<br />

subiendo<br />

por el casco hacia la borda, cogidos como no se sabe a los pequeños relieves de las<br />

cuadernas y los remaches de los clavos, para lanzarse después en arcos maravillosos desde<br />

enorme elevación.<br />

Cuenta el sobrecargo que, en el viaje anterior del Reus, uno de estos pequeños buzos no<br />

salió más, cogido por mi tiburón...: sólo volvió a la superficie una manchita de sangre...<br />

Yo me estremezco, pero la compasión va más a mi ridículo dile al muertecillo infeliz. Miro<br />

a los compañeros suyos, a los negritos de rubias cabelleras que siguen sonrientes<br />

sumergiéndose sin miedo a tiburones... En mi viaje heroico... he aquí lecciones infantiles de<br />

heroísmo detrás de una peseta... -y se me ocurre dudar si no estaría Nelsón pálido siquiera<br />

delante de Trafalgar.<br />

Hace señas uno que acaba audazmente de arrojarse desde un mástil, adonde le persiguió un<br />

marinero. Porques estos héroes, roban si pueden, por lo visto -«golfos de mar»: al bajar al<br />

camarote mis compras, he sabido que están cerrados los huecos que dan afuera, a causa de<br />

que los osados chicuelos entran hasta por las redondas ventanas, como lampreas... Hácele<br />

entender el muchacho, a su público, pronto fatigado de tirar monedas, que por una peseta<br />

cruzará ahora nadando bajo el barco. Se la echan... se sumerge tras ella... corremos a la<br />

opuesta banda, y tarda el chico...; es casi de noche... se ve mal... por último rompe el agua<br />

tranquila su cabecita dorada, su carita negra, sonriosa...<br />

Más he aquí otro extraño espectáculo que se acerca por la perlina penumbra en que se ha<br />

borrado la ciudad y que hace sentenciar nuevamente a don Lacio, después de fijarse un<br />

poco:<br />

-¡El Oriente es inmoral! ¡Ah, señoras!<br />

Trátase de tres enormes gabarras lentamente conducidas en reata por un remolcador. Tres<br />

flotantes montañas de carbón, mejor dicho, encima de las cuales vienen cientos de negros<br />

desnudos.<br />

Afortunadamente la semiobscuridad es púdica, y sólo algunas que otras siluetas se recortan<br />

contra los rojos llamarazos de unas luminarias que trenzan sus lenguas de humo. Trae

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