Trigo_Felipe-Del Frio Al Fuego, Ellas A Bordo
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la ducha. Estoy bajo el puente y diviso la baja borda delantera. La cruza el mar,<br />
incesantemente, por encima de los portalones. Las olas llegan, saltan, se extienden...<br />
vuelven a verterse en torrente por ambos lados.<br />
Las pobres terneras y gallinas de nuestra provisión deben ir medio anegadas. El viento me<br />
azota con salvaje ira, rugiendo, silbando, en una sinfonía a que se juntan, con el estallar de<br />
las aguas, los crujidos del buque y el rechinar de hierros y poleas por las alturas...<br />
<strong>Al</strong>gunas veces, entre la espuma pulverizada que viene más terrible abierta desde la proa<br />
como las dos blancas alas de un sudario que hubiesen al fin de envolvernos, el barco se<br />
inclina, se inclina contra el mar que sube en montaña monstruosa y que remonta la banda<br />
en abismo. Luego sube, sube la banda, baja el hinchado mar, y es la proa la que cae de un<br />
tremendo zarpazo, puesta al aire por la ola... Otras veces se siente como<br />
en una angustia del corazón el girar lejano y vago de la hélice en vacío...<br />
El agua me moja. Hay unos instantes en que adviérteme la intuición que si esto no es una<br />
tempestad, puesto que ni llueve ni luce relámpagos el cielo en cerrazón por todas partes,<br />
tampoco las celestes furias harán mucha falta para ponernos en real peligro por sólo cuenta<br />
del mar, a nada que ya fuerce su furia. Marchamos contra el mar, contra el viento,<br />
efectivamente, según dijeron abajo...; y sea una ola por el timonel mal tomada, sea que fue<br />
más grande que ninguna la sima que abrió a su pie, y que iluminaron verdosa y horrible las<br />
luces de la banda, he visto al buque acostarse con una pesada pereza de indecisión y de<br />
cansancio cual si no fuera más a levantarse...<br />
Es imponente este rodar en las tinieblas. Más allá de la zona débilmente alumbrada por el<br />
barco, donde alternan los combos antros cristalinos con los juegos formidables de las<br />
madejas de espuma, nada ven los ojos sino sombra, lejos, encima... inmensa... Creo a ratos<br />
que la quilla rasca rocas..., que el Reus va hacia un lado, rendido y suelto...<br />
Pero las dobles campanadas cada media hora, tranquilízanme; garantiza las demás esta<br />
vigilancia del reloj que sigue realizando un marinero, tan exacta.<br />
No una borrasca -pienso-; un poco de marejada que el mar me brinda cortés, ya que lo<br />
cruzo. Y aun dándome cuenta de esta positiva pedantería íntima y enorme de mi realeza,<br />
«cortejada y festejada por el mar», me abandono a ella, por no ceder a esa más enorme cosa<br />
que consiste en el anonadamiento de uno mismo ante las grandezas espantosas, fundido a<br />
ellas como un átomo del aire, como una gota más de agua. ¡Con qué tremenda