San Francisco - ArqueologÃa Ecuatoriana
San Francisco - ArqueologÃa Ecuatoriana
San Francisco - ArqueologÃa Ecuatoriana
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
176 SAN FRANCISCO UNA HISTORIA PARA EL FUTURO<br />
torpemente reutilizadas como rellenos, y en otras, como en las embocaduras de algunos vanos, por<br />
buenas copias contemporáneas de madera tallada y policromada. Se aprovechó entonces la tradicional<br />
habilidad artesanal de los talladores del pueblo de <strong>San</strong> Antonio de Ibarra.<br />
Sin embargo y a pesar del mal estado de conservación de la mayoría de las obras, aún se podían sentir<br />
en los restos originales los efectos de aquella fastuosa decoración. Todos los retablos, los lienzos<br />
y la decoración de madera precisaban de intervención para su limpieza. También era preciso consolidar<br />
las imágenes de madera policromada, los marcos y molduras doradas y las pinturas murales.<br />
Se trataba de hacer intervenciones que aseguren su conservación e hicieran posible su adecuada<br />
valoración. El original púlpito, la repintada sillería, los retablos de la capilla de <strong>San</strong>ta Marta y de Villacís,<br />
todos exponentes del máximo nivel artístico ecuatoriano, también reclamaban una importante<br />
tarea de restauración. Uno de los mayores peligros radicaba en el estado de las redes eléctricas del<br />
templo, completamente obsoletas, que podían provocar un incendio de consecuencias devastadoras,<br />
tanto por la inflamabilidad de los materiales como por la falta de medios para hacerle frente.<br />
El estado de las cubiertas era otra zona de riesgo evidente. La sacristía, un lugar de gran magnitud,<br />
contenía bienes como las pinturas de Miguel de <strong>San</strong>tiago situadas sobre la cajonería o una Virgen de<br />
Legarda bajo el retablo del testero sur. En locales anejos se almacenaban algunas piezas de platería,<br />
como frontales o candeleros.<br />
El Convento franciscano presentaba un estado de conservación en total desacuerdo con la categoría<br />
del tesoro artístico que contenía, una gran parte del cual se acumulaba en las galerías de planta baja<br />
del Segundo Claustro. Con cierto optimismo esas tres galerías eran llamadas «el museo». Ciertamente<br />
no tenían ni siquiera las condiciones de un depósito, pero aquellas cientos de obras, en pésimo<br />
estado de conservación en la mayoría de los casos, eran parte de una las mejores colecciones de<br />
arte de toda América. El Claustro mayor conservaba sus cuatro galerías en relativo buen estado. Las<br />
pinturas de Miguel de <strong>San</strong>tiago que adornaban el Zaguán y sus marcos precisaban una restauración<br />
urgente. Lo propio requeriría el bello techo de madera policromada, la portada de piedra del acceso<br />
exterior al Convento y la más sofisticada del Zaguán a la portería.<br />
Nada de la decoración que tuvieron los otros locales del Claustro quedaba a la vista en 1983. Algunas<br />
pinturas modernas imitaban antiguos murales decorativos en el locutorio y, en el lado opuesto, la<br />
crujía que albergó el De Profundis y el mejor refectorio de Quito había sido demolida décadas atrás<br />
para reedificarla en hormigón. Una moderna artesa cubría la nueva estructura del techo en el De<br />
Profundis. El refectorio, con sus vigas de hormigón que se encastraban en el marco del gran lienzo<br />
que presidían el local y las grandes ventanas del testero, claramente desproporcionadas, era un gran<br />
espacio despersonalizado. Las esquinas del Claustro mantenían sus retablos renacentistas, los más<br />
antiguos del Convento, con serios problemas de conservación. La gran escalera con decoración chinesca<br />
precisaba también la restauración de sus sillares y de su techo de artesa, además de la enorme<br />
pintura al óleo que ocupaba la totalidad del mayor de sus paramentos, dedicada a la genealogía<br />
franciscana. El Claustro alto contenía un bello tríptico en el desembarco de la escalera con una virgen<br />
que, una vez que se restauró, fue robada. La falta de seguridad de las piezas, en ese sentido, era<br />
y aún es, uno de los problemas más serios que afecta a los bienes culturales. Todas las cubiertas del<br />
Claustro, sin impermeabilizantes de ningún tipo, exigían un mantenimiento constante que no fue<br />
eficiente y presentaba goteras.<br />
Gran parte de las artesas tradicionales que cubría las galerías superiores del Claustro eran sin embargo<br />
modernas, con la rigidez que delataban su reciente factura y el abandono de las técnicas antiguas.<br />
En el Segundo Claustro del siglo XVII también se habían sustituido forjados enteros por otros<br />
de hormigón y suprimido los antiguos techos, pero en su lado oeste, en planta baja, se mantenía con<br />
sus abombamientos e irregular textura, un largo fragmento de artesa original que reveló ser soporte