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San Francisco - Arqueología Ecuatoriana

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UNA HISTORIA PARA EL FUTURO SAN FRANCISCO 89<br />

por segunda ocasión, a varios frailes reformadores de los colegios del Perú.<br />

La medida más importante, sin embargo, tiene que ver con la unión, en septiembre<br />

de 1875, en una sola comunidad del Convento Máximo con el Convento de <strong>San</strong> Diego que,<br />

en 1863, había sido transformado en Colegio de Misioneros Apostólicos 124 , con total autonomía<br />

de la Provincia.<br />

Las difíciles condiciones de la Orden a lo largo de este período son un referente indispensable<br />

para comprender la historia arquitectónica del Convento Máximo durante este<br />

período, caracterizada, fundamentalmente, por el traspaso de algunas de sus dependencias<br />

a particulares o al Estado, y por graves daños en el edificio debido a la falta de recursos,<br />

descuido y desastres naturales.<br />

Evolución arquitectónica<br />

En este nuevo período, que se extiende hasta finales de siglo, la evolución arquitectónica del<br />

conjunto conventual atravesó por dos momentos. El primero (entre 1810 y 1874) caracterizado<br />

por un enorme deterioro de sus dependencias, que se agravó a consecuencia de los terremotos<br />

de 1859 y principalmente de 1868 y el segundo (entre 1874 hasta principios de la década<br />

de 1890), en el que se reinició un renovado interés por su conservación y restauración.<br />

Hasta 1874, el cuidado de las dependencias conventuales se mantuvo, por lo menos<br />

formalmente, a cargo de la Provincia, pasando a partir de entonces a depender de la Guardianía<br />

del Convento.<br />

Ahora bien, durante esta etapa el mantenimiento del Convento se limitó, casi exclusivamente,<br />

a las reparaciones más indispensables. Los esfuerzos se concentraron en la reparación<br />

de cañerías, cubiertas, bóvedas y pisos, en pequeños arreglos en las celdas, ventanas y<br />

puertas; en el cuidado de la fachada, torres y muralla. De todos estos trabajos, la compostura<br />

del piso de la iglesia, vuelto totalmente a enladrillar, fue sin duda la obra más importante.<br />

Hay que indicar que una vez que se instaló la red de agua potable en la ciudad —a<br />

principios de siglo— el Convento perdió todo derecho de posesión sobre ésta, a la vez que<br />

debió utilizar este nuevo abastecimiento de agua.<br />

Desde el punto de vista arquitectónico, los terremotos de 1859 y 1868 marcaron este<br />

período. Aunque no se tiene información puntual acerca de los destrozos que ocasionó el<br />

de 1859, se sabe que fueron menores al de 1868. Las torres sufrieron las más graves consecuencias,<br />

una de ellas se vino abajo y solo fueron restauradas en 1866, bajo el auspicio de la<br />

Guardianía.<br />

Para el segundo momento (1874-1892), cuando la Guardianía asumió la responsabilidad<br />

del mantenimiento físico del Convento, los gastos por ese concepto volvieron a<br />

subir significativamente. Y es que si bien años antes ya se había manifestado cierta preocupación<br />

por el estado ruinoso de <strong>San</strong> <strong>Francisco</strong> 125 , solo la reforma de la Orden creó las<br />

124) Según decreto del Comisario General de la Orden, Pedro Gual se comunicaba «que por voluntad del Papa Pío IX<br />

y de su delegado Apostólico... este nuestro Convento de la Recoleta de <strong>San</strong> Diego debe ser erigido en Colegio de<br />

Misioneros Apostólicos de nuestra Seráfica Orden». AGOFE/6-7. Libro de elecciones capitulares [de <strong>San</strong> <strong>Francisco</strong><br />

y <strong>San</strong> Diego], Quito, 27 de septiembre de 1863, f. [128].<br />

125) El 1863 el Obispo de Cuenca le decía al Provincial de <strong>San</strong> <strong>Francisco</strong>, Fr. Antonio Proaño: «Me cabe la satisfacción

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