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San Francisco - Arqueología Ecuatoriana

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UNA HISTORIA PARA EL FUTURO SAN FRANCISCO 69<br />

religiosas, en general, se beneficiaron del sistema de la mita, lo que les permitió asegurar<br />

abundante mano de obra para la edificación de sus conventos, siendo una práctica común<br />

solicitar a la Audiencia asignaciones extraordinarias de mitayos.<br />

Al margen de esta fuerza de trabajo, también se enroló a la construcción un tipo de<br />

fuerza de trabajo voluntaria y asalariada. Se trata de los yanas o yanaconas, «cuya capacidad<br />

productiva es aprovechada directamente por el español que obtiene mano de obra barata<br />

mientras el indígena aislado del sistema se favorece por la exclusión de la mita y el tributo» 58 .<br />

Ya dentro del proceso constructivo, los yanaconas desarrollaron las actividades de<br />

mayor especialización, a diferencia de los mitayos a quienes se les asignó las tareas más<br />

duras, por ejemplo, el acarreo de materiales de construcción, a veces desde lugares muy<br />

apartados de la ciudad.<br />

El caso de Jorge de la Cruz, mitima, y de <strong>Francisco</strong> Morocho, su hijo, es muy ilustrativo.<br />

Originarios de Guaclachiri, comunidad en el Perú, dada en encomienda al español<br />

Diego de Carvajal, se trasladaron con él a Lima, en donde aprendieron la construcción de<br />

casas al estilo europeo. Con este español llegaron a Quito acompañando a las tropas españolas<br />

que venían a sofocar el movimiento de Gonzalo Pizarro. Una vez en Quito y muerto<br />

Carvajal, fueron contratados por los franciscanos para la construcción del Convento en<br />

donde trabajaron por más de 20 años. Bajo su dirección estuvo la construcción de la iglesia<br />

y el coro. Los dos debieron ser hábiles constructores ya que, a más de estos trabajos, tuvieron<br />

a su cargo otras obras e inclusive, en 1625, <strong>Francisco</strong> Morocho, ya viejo, fue contratado<br />

para dirigir la construcción de la iglesia del Convento de los franciscanos en Riobamba 59 .<br />

Si en el caso de Jorge de la Cruz y <strong>Francisco</strong> Morocho los conocimientos arquitectónicos<br />

los recibieron en Lima, el aprendizaje del resto de yanaconas que servían en el Convento<br />

se debió, en parte, al Colegio <strong>San</strong> Andrés. De esta manera, los franciscanos pudieron<br />

contar con mano de obra especializada para le edificación del Convento, cuya construcción,<br />

no se sabe si coincidencialmente, se inició pocos años después de fundado el Colegio.<br />

La habilidad de los indígenas, aspecto reiterativamente exaltado por los españoles,<br />

determinó que, posteriormente, se les contrate como «oficiales o maestros» del Colegio.<br />

Sin embargo, no toda la destreza desarrollada por los indígenas fue producto de la acción<br />

hispanizadora. La tradición prehispánica, relacionada con el conocimiento de ciertos oficios,<br />

tuvo mucho que ver con ello.<br />

Ahora bien, tratándose de fuerza de trabajo asalariada, los franciscanos estaban obligados<br />

a pagar a los yanaconas una determinada suma de dinero, previamente convenida<br />

entre las partes 60 . Sin embargo, aduciendo que el Convento no tenía rentas suficientes con<br />

qué pagarles y a fin de compensarlos de alguna manera, se intercedió varias veces ante el<br />

Cabildo y particulares para que, por vía de limosna, se les asignaran ciertas tierras, donde<br />

pudieran construir sus casas y sembrar los productos para su sustento.<br />

58) Nicanor Jácome, Economía y sociedad... Ibíd.<br />

59) Fray <strong>Francisco</strong> Comte, Varones ilustres..., op.cit.<br />

60) Según Cédula real expedida en 1550, los yanaconas «no debían servir a persona alguna si no fuere de su voluntad<br />

y pagándoles su trabajo, aquello que merecen justamente». AM/Q, Libro de Cédulas Reales, Volumen IX, p. 136.

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