San Francisco - ArqueologÃa Ecuatoriana
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UNA HISTORIA PARA EL FUTURO SAN FRANCISCO 47<br />
lado, las procesiones organizadas por los franciscanos —una cada ocho días— despertaron<br />
el fervor popular y atrajeron a <strong>San</strong> <strong>Francisco</strong> a los vecinos de la ciudad.<br />
Sin embargo, ya a partir de 1565, con la política reguladora del Obispo de la Peña, los<br />
franciscanos tuvieron que enfrentar abiertamente la oposición del Clero Secular, que se<br />
expresó en un permanente conflicto de jurisdicciones con la Orden hasta la segunda mitad<br />
del siglo XVIII, cuando el Estado español dispuso la total secularización de las doctrinas.<br />
Ahora bien, para la cristianización de indígenas urbanos los franciscanos aplicaron<br />
un programa de apostolado que incluyó, por un lado, la creación de una escuela para indígenas,<br />
que retomó la misma línea de orientación humanista, práctica y manual de la Escuela<br />
de <strong>San</strong> José de Naturales fundada por fray Pedro de Gante en México y, por otro lado,<br />
el establecimiento de cofradías, que constituyeron un eficaz medio de evangelización de<br />
los naturales. Pero además, ateniéndose a uno de los métodos de adoctrinamiento inspirados<br />
en España, que consistió en brindar atención preferente a los señores principales y a<br />
sus hijos, para que a través de ellos se pudiera extender rápidamente a la sociedad indígena<br />
el cristianismo, la Orden se vinculó con las élites inca y local, acogiendo en el Convento<br />
a la descendencia de Atahualpa, a los caciques que vivían en el barrio de <strong>San</strong> Sebastián,<br />
así como a los caciques de las comunidades indígenas situadas dentro de las cinco leguas<br />
alrededor de Quito. De los franciscanos, entonces, dependió la evangelización de una élite<br />
nativa poderosa, con enorme capacidad de liderazgo sobre las comunidades indígenas.<br />
La iglesia y el Convento de <strong>San</strong> <strong>Francisco</strong> de Quito<br />
Desde que comenzó la preocupación por la cultura artística del período colonial sudamericano,<br />
el Convento de <strong>San</strong> <strong>Francisco</strong> de Quito ha motivado un enorme interés entre diversos<br />
historiadores del arte.<br />
José Gabriel Navarro puso mucho esmero en la descripción pormenorizada del ornamento<br />
arquitectónico del edificio, que le conjugó con un importante trabajo de investigación<br />
histórica-documental que hicieron de él —parafraseando a Damián Bayón— la<br />
persona más calificada para hablar de la historia de los hechos de <strong>San</strong> <strong>Francisco</strong> 19 .<br />
Para este autor, este monumento religioso acusa en su composición una fuerte influencia<br />
del arte español. Encontró muy parecida su fachada a la de El Escorial lo que,<br />
entre otras cosas, le llevó a atribuir los planos a Juan de Herrera y a pesar de su posición<br />
manifiestamente hispánica encontró en <strong>San</strong> <strong>Francisco</strong> otras fuentes de influencia estética,<br />
sin presentar lastimosamente ninguna explicación coherente de su configuración.<br />
Con respecto al aporte autóctono Navarro es categórico al afirmar que:<br />
... la manera como se realizó la conquista de América y el modo tan español que se tuvo en colonizarla,<br />
hicieron que no se aprovechare absolutamente de aquel elemento genuinamente americano para<br />
que, completado con la ciencia y experiencia del arte civilizado europeo, diere frutos que hubieren<br />
podido constituir una verdadera revelación por lo nuevos y originales (1952: IV: 6).<br />
19) Bayón –con quien las autoras de este capítulo no están de acuerdo, al menos en este punto– le concede ese mérito<br />
a Marco Dorta en Sociedad y arquitectura colonial sudamericana, España, Ed. Gustavo Gili, 1974, p. 41.