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en la cual los diferentes grupos de estado mayor basaban su actividad. Como<br />
institución, el «Stavka» incluía mariscales de la URSS, el Jefe del Estado Mayor<br />
General, los jefes de las fuerzas aéreas y navales y, más avanzado el conflicto,<br />
también comandantes de ejércitos y otros servicios. El «Stavka» era también un<br />
centro de comando dentro de los muros del Kremlim, un «cuarto de guerra» con su<br />
propia infraestructura y centro de comunicaciones, que pronto se convirtió en<br />
instrumento de gran centralización.<br />
La dirección suprema del esfuerzo de guerra, es decir, el control político de la<br />
lucha estaba concentrado en un pequeño consejo de defensa, el «Comité de<br />
Defensa del Estado», que virtualmente reemplazó a los órganos de conducción del<br />
Estado y el Partido Comunista. El Comité estaba integrado por cinco miembros:<br />
Stalin, que lo presidía; Molotov, encargado de la diplomacia soviética; Beria, el<br />
temible jefe de la policía secreta y encargado de los asuntos domésticos; Voroshilov,<br />
quien tenía a su cargo las relaciones entre las fuerzas armadas y las autoridades<br />
civiles; y por último, Malenkov, en representación del Partido. Estos hombres eran<br />
incondicionales de Stalin, y en ellos se concentraba un poder de decisión que no era<br />
sino el reflejo del poder de su comandante supremo.<br />
Al comenzar el ataque alemán, Stalin, seguramente lleno de preocupación y<br />
quizás asaltado de oscuros temores, se apartó por completo de actividades públicas,<br />
encerrándose en sus habitaciones y centros de mando del Kremlin. El pueblo<br />
soviético sólo pudo escucharle casi dos semanas más tarde, el 3 de Julio de 1941.<br />
Algunos comentaristas, con muy escasa evidencia para sostener tal tipo de<br />
aseveraciones, han afirmado que durante esos días Stalin cedió a la depresión y el<br />
descontrol, vagando en estado de ebriedad por el Kremlin, expresando sus temores<br />
de derrota a sus más íntimos colaboradores. Estos rumores carecen de credibilidad;<br />
el entonces general Voronov, quien se encontraba en esa época en el Kremlin en<br />
diario contacto con Stalin, reporta no una extraña «desaparición» hacia un lejano<br />
mundo de lamentaciones y torpor alcohólico, sino su nerviosismo y actitud errática en<br />
las discusiones del alto mando sobre las medidas a tomar para hacer frente al peligro<br />
mortal que se cernía sobre la URSS. En esos días iniciales de la gran batalla que<br />
duraría cuatro años, Stalin parecía no comprender plenamente la verdadera<br />
naturaleza y dimensiones de la guerra que Hitler había desencadenado, ni apreciar<br />
las enormes dificultades que habrían de superar el ejército y pueblo soviéticos para<br />
vencer al enemigo. El mismo día 22 de Junio en la noche, cuando ya las unidades<br />
Panzer alemanas habían penetrado el frente en varios puntos, aniquilando o<br />
capturando numerosos grupos de combate soviéticos, el mariscal Timoshenko, con<br />
aprobación de Stalin, enviaba una orden al frente, la Directiva número 3, según la<br />
cual el Ejército Rojo debía tomar la ofensiva de inmediato y expulsar al enemigo con<br />
un ataque masivo que diese fin a la guerra de un solo golpe. Era evidente que Stalin<br />
no tenía una idea clara de la magnitud y poder de la ofensiva nazi, y de los éxitos<br />
que estaba obteniendo. La ruptura en las comunicaciones entre el centro de<br />
comando en Moscú y los frentes de batalla fue un factor esencial en esto, pero había<br />
algo más: los triunfos alemanes se hacían tan amplios y devastadores que no era<br />
fácil para Stalin y sus colaboradores inmediatos asimilar su significado. Para sólo dar<br />
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