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LDERES EN GUERRA: - Aníbal Romero

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amenaza mortal. El aislacionismo de etapas anteriores ya no podía sostenerse y el<br />

«compromiso continental» se imponía como un imperativo político-estratégico, el<br />

cual, de ser violado, acarrearía las más graves consecuencias. Pero este<br />

compromiso no fue asumido por Gran Bretaña como una doctrina del<br />

intervencionismo, sino más bien como una postura vigilante, una actitud de alerta<br />

ante las amenazas que se perfilasen en Europa y que pusiesen en peligro el balance<br />

de poder. Aquí se presentaba una profunda diferencia entre la posición de Gran<br />

Bretaña, el poder insular, y la de Austria, la potencia continental situada en el centro<br />

de Europa, mucho más cercana a la realidad de los riesgos. Como explica Kissinger,<br />

Metternich, el canciller austríaco, «no tenía un Canal de la Mancha para evaluar tras<br />

su protección los acontecimientos que estaban sucediendo y para interferir a través<br />

del mismo en el momento de máxima ventaja. Su seguridad dependía de la primera<br />

batalla, no de la última; la precaución era su única política» 8 . Para Gran Bretaña, la<br />

espera era posible; su posición insular le daba tiempo para medir calmadamente la<br />

intensidad de las amenazas, para evaluar los riesgos e intervenir en el momento<br />

oportuno, fraguando alianzas pasajeras, establecidas con objetivos limitados,<br />

uniones que desaparecían una vez extinguido el peligro que las había visto nacer.<br />

De allí que el gobierno británico, contrariamente al austríaco, no creyese conveniente<br />

ni necesario edificar luego de la derrota definitiva de Napoleón una alianza<br />

permanente sobre el continente, un «gobierno europeo» que era visto con temor y<br />

que no se correspondía con el ánimo férreamente independentista e «insular» del<br />

pueblo británico. La idea de ligarse en forma decisiva a Europa despertaba —y aún<br />

hoy día despierta en numerosos habitantes de esas islas, que votaron en contra de<br />

la incorporación de Gran Bretaña al Mercado Común Europeo— pruritos<br />

hondamente arraigados, afectando negativamente su orgullo de ser de alguna<br />

manera «diferentes» a lo poco ordenados o a veces excesivamente belicosos<br />

pueblos del continente. Meternich buscaba después de 1812 una alianza sólida entre<br />

los poderes del status, dirigida a proteger la estabilidad de un orden social que había<br />

sido gravemente amenazado por la Revolución Francesa y su secuela napoleónica.<br />

El gobierno británico, representado por su canciller Lord Castiereagh, también<br />

buscaba una Europa donde fuese imposible el dominio universal, pero sus<br />

tradiciones, la firme creencia de que sus instituciones políticas internas eran distintas<br />

y que su mezcla con las prácticas europeas sólo conduciría a su progresiva<br />

desintegración, le llevó a rechazar el proyecto austríaco, limitándose a reservarse la<br />

facultad de intervenir en circunstancias extremas. En palabras de Canning, el gran<br />

rival de Castiereagh, la aceptación de un compromiso de asistir regularmente a los<br />

congresos europeos propuestos por Meternich habría involucrado a Gran Bretaña<br />

____________________________________________________________________<br />

8. Ibid., p. 53.<br />

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