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«Una potencia insular en la periferia de los acontecimientos —escribe<br />
Kissinger en Un mundo Restaurado—, encuentra difícil admitir que las guerras<br />
pueden producirse por causas intrínsecas. Dado que su participación suele ser<br />
defensiva, para evitar el dominio universal, considerará la necesidad de la paz una<br />
legitimación suficiente del equilibrio. En un mundo donde las ventajas de la paz<br />
parecen tan patentes... las guerras sólo pueden causarlas la malicia de los hombres<br />
malvados. Dado que no se entenderá que el equilibrio de poder puede ser<br />
inherentemente inestable, las guerras tienden a convertirse en cruzadas para<br />
eliminar la "causa" del levantamiento» 33 . Para Churchill, la guerra se convirtió en una<br />
cruzada contra Hitler, el «hombre malvado» de que habla Kissinger, y no contra el<br />
fascismo; según sus propias palabras, la meta era «la derrota, ruina y destrucción de<br />
Hitler con la exclusión de cualquier otro propósito». Mas para los pueblos de Europa,<br />
en Francia, Italia, Yugoslavia, Hungría, Grecia, etc.. la lucha contra Hitler y el<br />
nazismo se convirtió también en el combate por un orden social diferente, que no<br />
estaba en los planes de Churchill. El líder británico no tenía conciencia de la<br />
magnitud de los cambios sociales impulsados por la guerra y del crecimiento del<br />
espíritu democrático suscitado por la resistencia, aun dentro de la propia Gran<br />
Bretaña. Una de las más grandes sorpresas en la vida de Churchill debe haber sido<br />
la derrota electoral sufrida a manos del partido laborista en 1945, aun antes de<br />
finalizada la guerra mundial. A pesar de su enorme prestigio personal, labrado a<br />
través de un valiente e inspirador liderazgo durante la guerra, Churchill —y con él el<br />
partido conservador, al cual representaba—, recibieron un rechazo masivo en las<br />
urnas electorales. El objetivo de Churchill era fundamentalmente negativo: la derrota<br />
de Hitler, y aspiraba que una vez conquistada esa meta todo volvería con ligeras<br />
alteraciones a su lugar de antes. Pero el pueblo británico no iba a conformarse con<br />
una simple restauración del orden y de las políticas del pasado; la guerra había<br />
creado una nueva situación, y para evitar conflagraciones semejantes en el futuro<br />
era necesario transformar desde dentro la sociedad.<br />
Así como Churchill carecía de una política positiva para llevar a cabo los<br />
cambios que reclamaba la población de su propio país, no tenía tampoco una política<br />
constructiva hacia la Europa de la post-guerra. Enfrentado al poder soviético, y a la<br />
posibilidad de que Estados Unidos se retirase nuevamente de Europa una vez<br />
terminado el conflicto, Churchill pensó en una partición del continente en esferas de<br />
influencia controladas respectivamente por Gran Bretaña y la URSS. Uno de los más<br />
interesantes episodios políticos de la guerra tuvo lugar durante la visita que Churchill<br />
hizo a Stalin en Moscú en Octubre de 1944. En el transcurso de una de sus<br />
entrevistas, Churchill propuso al líder soviético lo siguiente: «Lleguemos a un<br />
acuerdo sobre nuestros asuntos en los Balcanes. Sus ejércitos están en Rumania y<br />
Bulgaria. Nosotros tenemos intereses, misiones y gentes allí. No permitamos que las<br />
pequeñeces nos dividan. En lo que a Rusia y a Gran Bretaña concierne, ¿qué le<br />
parece si a ustedes toca un noventa por ciento de predominio en Rumania, a<br />
nosotros noventa por ciento en Grecia y un cincuenta y cincuenta en Yugoslavia?»<br />
33. H. A. Kissinger: ob. cit., pp. 143, 144.<br />
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