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LDERES EN GUERRA: - Aníbal Romero

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Aunque pueda parecer extraño, Churchill tenía gran confianza en que Stalin<br />

cumpliría al pie de la letra todos los «arreglos» tendientes a congelar la situación<br />

política europea. Poco antes de la conferencia de Yalta, Churchill manifestó que:<br />

«...el pobre Neville Chamberlain creía que podía confiar en Hitler. Estaba<br />

equivocado, pero no creo que yo me equivoque sobre Stalin.» Y algo más tarde<br />

insistió ante su Ministro del Exterior, Anthony Edén, sobre su admiración por Stalin.<br />

Edén, ansioso de colocar las negociaciones sobre bases más realistas que una mera<br />

simpatía personal, dijo a Churchill: «A mí me llena de admiración la forma en que<br />

Stalin le maneja a usted» 36 . Ese era Churchill una mezcla de realismo y<br />

romanticismo, un estadista valeroso y de gran talento volcado hacia el pasado, al<br />

que faltaba la creatividad política, tan importante para la grandeza. Quizás en cuenta<br />

de esto último, pocos años después de la guerra, Churchill expresó que el veredicto<br />

final de la historia se basaría no solamente en las victorias logradas bajo su<br />

dirección, sino también en los resultados políticos derivados de ellas, y añadió:<br />

«Juzgando de acuerdo a este último criterio, no estoy seguro de que se considere<br />

que tuve éxito» 37 .<br />

___________________________________________________________________<br />

36. Citado por D. Dilks, loe. cit, p. 24.<br />

37. Citado por B. H. Liddell Hart: «The Military Strategist», en Churchill: Four Faces..., op. cit., p. 202.<br />

4. EL ESTRATEGA<br />

«La historia de la raza humana es la guerra.<br />

Con excepción de breves y precarios interludios,<br />

nunca ha habido paz en el mundo.»<br />

Churchill<br />

Churchill fue no solamente un testigo político privilegiado de las dos grandes<br />

conflagraciones de este siglo, sino que también tuvo una relevante participación en<br />

ambos conflictos como entusiasta, a veces errático pero esencialmente brillante<br />

estratega militar. No sería apropiado decir que a Churchill «le gustaba la guerra»,<br />

pero tampoco sería injusto afirmar que la veía con pasión. El general Frederick Pile,<br />

comandante de las defensas antiaéreas británicas en la Segunda Guerra Mundial ha<br />

relatado lo difícil que le resultaba llevar a Churchill a los refugios antiaéreos y<br />

mantenerlo allí en las oportunidades en que éste realizaba visitas de inspección a los<br />

emplazamientos defensivos. En una ocasión, ante la insistencia de Pile para que se<br />

apartase de los cañones y buscase refugio de las bombas, Churchill exclamó con<br />

júbilo: «Me encantan las explosiones».<br />

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