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LDERES EN GUERRA: - Aníbal Romero

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No cabe duda que los principales comandantes militares de la Primera Guerra<br />

Mundial se caracterizaron por su falta de imaginación estratégica, así como los<br />

políticos por la confusión de sus objetivos y su debilidad e indecisión ante los<br />

hechos. Durante la guerra, estrategia y política tomaron caminos separados; la<br />

guerra se convirtió en un fin en sí misma y dejó de ser un instrumento de la política, y<br />

los comandantes terminaron imponiendo una definición de victoria basada en<br />

criterios puramente militares. No obstante, las deficiencias de los generales y<br />

políticos sólo explican en parte el rotundo fracaso de las esperanzas depositadas en<br />

las ofensivas de 1914 y de años posteriores casi hasta el fin de la guerra. La nueva<br />

tecnología de armamentos, unida a las trincheras, fue otra de las causas<br />

fundamentales del estancamiento de los frentes de batalla por cuatro largos años.<br />

Ya en diciembre de 1914 la guerra en el continente europeo estaba teniendo<br />

lugar a lo largo de dos extensas líneas de trincheras y fortificaciones. Este era un<br />

panorama inesperado y sorprendente para todos los beligerantes, que confiaban en<br />

que esa situación sería temporal. La creencia en el poder indetenible de la ofensiva<br />

estaba hondamente arraigado, y el deseo de asestar un «golpe mortal» y decisivo al<br />

adversario se manifestaba por igual en todos los combatientes. En 1915, Haig,<br />

comandante de las tropas británicas en Francia, declaraba que «si nos fuesen<br />

suministradas cantidades suficientes de proyectiles de artillería... caminaríamos<br />

sobre las defensas alemanas en varios sitios». Después del fracaso de las ofensivas<br />

de Marzo y Mayo escribió que «las defensas frente a nosotros son tan fuertes, y el<br />

apoyo de las ametralladoras es tan completo, que sólo un largo y metódico<br />

bombardeo de artillería podrá demolerlas». Mas a pesar del uso de cientos de piezas<br />

de artillería pesada en poderosas concentraciones de fuego, las ofensivas<br />

continuaron estrellándose contra la muralla de las trincheras, los nidos de<br />

ametralladoras y el alambre de púas.<br />

Alemanes y aliados aprendieron pronto a protegerse del creciente poder de los<br />

ataques de artillería. Apenas éstos comenzaban, los defensores de uno u otro bando<br />

tomaban refugio en sus trincheras, y emergían de las mismas cuando cesaba el<br />

cañoneo. Ello les daba tiempo de sobra para prepararse a hacer frente a los ataques<br />

de la infantería, que avanzaba a campo traviesa, ofreciendo blancos fáciles a las<br />

ametralladoras. Los pocos que penetraban las líneas enemigas tenían escasas<br />

posibilidades de dislocar las defensas contrarias o de sobrevivir mucho tiempo,<br />

debido a los rápidos contraataques del adversario y a las dificultades de recibir algún<br />

refuerzo.<br />

En 1915 los franceses solamente sufrieron 1.430.000 bajas y sólo ganaron<br />

unos 6 kilómetros de terreno; no obstante, la guerra continuó. Todos los gobiernos<br />

de los poderes en pugna temían la derrota; detener la guerra sin vencedores ni<br />

vencidos significaba correr un grave riesgo político: «¿cómo justificar entonces ante<br />

las masas los sacrificios realizados? Para el gobierno alemán una decisión de este<br />

tipo era particularmente difícil. Su plan para una guerra corta había fallado, pero sin<br />

embargo, al final de 1914 Alemania se encontraba en una ventajosa posición militar.<br />

Importantes áreas habían sido capturadas en el norte de Francia que contenían<br />

sustanciales recursos de carbón y hierro, así como varias industrias claves. Bélgica<br />

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