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Su objetivo de devolver a la Guerra un carácter decisivo fue también adoptado por<br />
los pensadores que concentraron su atención en el segundo producto tecnológico<br />
que, junto al aeroplano, se convirtió en instrumento clave en los campos de batalla<br />
de la segunda guerra mundial: el tanque.<br />
3. LA MECANIZACIÓN DEL CAMPO DE BATALLA<br />
La guerra de trincheras había sido altamente costosa, no sólo en términos de<br />
bajas humanas y pérdidas materiales, sino también en sus devastadores efectos<br />
sobre la imaginación creadora en el área militar. La ausencia de flexibilidad, el<br />
interminable desgaste mutuo, la tenacidad que se convertía en terquedad de<br />
repetidos ataques frontales contra un mismo objetivo, todos éstos y otros factores<br />
contribuyeron de manera determinante a cercenar la potencialidad creadora dentro<br />
del arte militar, y a restar a la guerra su carácter de instrumento al servicio de un fin<br />
que está más allá de sí misma.<br />
Las repercusiones de esas experiencias se hicieron sentir en las mentes de un<br />
brillante grupo de teóricos militares, que analizaron las lecciones de la Primera<br />
Guerra Mundial y dieron origen a un nuevo estilo de pensamiento, más amplio y<br />
versátil, que estaba destinado a cambiar el curso de las operaciones bélicas. Sus<br />
esfuerzos nacieron de la determinación de no repetir en el futuro el enfrentamiento<br />
estático de las trincheras, y culminaron en la exitosa restauración de la movilidad al<br />
campo de batalla. La oportunidad de lograrlo se produjo con la invención del motor<br />
de combustión interna utilizado en vehículos blindados y aeroplanos que<br />
acrecentaban extraordinariamente la capacidad de movimiento y poder de fuego de<br />
los combatientes.<br />
Varios nombres se destacan en este contexto, muy especialmente los de dos<br />
autores británicos: Fuller y Liddell Hart. Ambos concibieron una estrategia y una<br />
táctica dirigidas, no hacia la eliminación de las fuerzas armadas enemigas en<br />
costosas batallas de desgaste, sino hacia la destrucción de su voluntad de lucha con<br />
el uso de la sorpresa y la aplicación de golpes certeros y rápidos sobre sus propios<br />
centros de comando y comunicaciones. También los teóricos del poder aéreo<br />
sostenían que el objetivo militar debian ser industrias y centros poblados del enemigo<br />
como un medio de afectar su voluntad de lucha; Fuller y Liddell Hart compartían el<br />
punto de vista que el quiebre de esa voluntad combativa era el factor clave, y<br />
lograron diseñar las herramientas necesarias para producir la rápida dislocación<br />
sicológica de adversarios todavía aferrados a las nociones del pasado.<br />
En palabras de Fuller, su proyecto consistía en «atacar los centros de<br />
comando del enemigo antes de atacar sus cuerpos combatientes, de tal forma, que<br />
éstos, al dar batalla, se paralizasen por falta de dirección y liderazgo. El método es<br />
penetrar con poderosas columnas de tanques rápidos protegidos por aviones a<br />
través del frente enemigo, avanzar hasta su cuartel general y tomarlo» 15 .<br />
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15. Véase J. F. C. Fuller: The Reformation of War, Dutton & Co.. N. Y., 1923; The Conduct of War,<br />
Eyre & Spottiswoode, London, 1961.<br />
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