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LDERES EN GUERRA: - Aníbal Romero

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«profundamente en toda la política del Continente, mientras que nuestra política<br />

auténtica ha sido siempre la de no interferir sino en grandes emergencias, y<br />

entonces con una fuerza aplastante» 9 . Lord Castiereagh compartía esta visión de<br />

las cosas, este rechazo de un compromiso continental definitivo: «Cuando se<br />

perturbe el equilibrio territorial de Europa (Gran Bretaña) puede interferir<br />

eficazmente, pero es el último gobierno de Europa del que puede esperarse que se<br />

aventure a comprometerse en alguna cuestión de carácter absoluto... Nos<br />

encontraremos en nuestro sitio cuando un peligro real amenace el sistema de<br />

Europa: pero este país no puede actuar, y no actuará, de acuerdo con principios<br />

abstractos de precaución» 10 . De esta forma respondió Castiereagh a una propuesta<br />

del Zar de Rusia, que pedía la intervención de los poderes europeos contra una<br />

revolución que había estallado en España. El Zar quería aplastar la revuelta en<br />

nombre de la legitimidad de un orden social; Castiereagh, convencido de la<br />

estabilidad de las instituciones británicas, preocupado tan sólo por el efecto externo<br />

de esas rebeliones sociales, y pesimista ante las pretensiones universalistas de las<br />

alianzas entre poderes cuyos intereses divergían en el fondo, se limitaba a defender<br />

el balance de poder, sin intentar la homogeneización de las instituciones de países<br />

sustancialmente diferentes.<br />

Gran Bretaña actuaría ante un peligro real, ante grandes emergencias, en<br />

circunstancias extremas; su política sería defensiva y no preventiva. No se trataba de<br />

actuar «de acuerdo con principios abstractos de precaución», sino de reaccionar una<br />

vez que las crisis se hubiesen desarrollado, ante amenazas carentes de<br />

ambigüedad. Esta era la política de un poder insular, que no rompía la conexión con<br />

el continente en vista de la importancia que el balance de poder europeo tenía para<br />

su seguridad, pero que no daba a su compromiso el carácter de una alianza o de una<br />

siempre definida participación militar en los conflictos. Después de la Primera Guerra<br />

Mundial la idea misma de un compromiso continental se hizo impopular,<br />

contribuyendo a que se oscureciesen las motivaciones políticas que habían originado<br />

previamente las diversas intervenciones británicas, y a que no se prestase suficiente<br />

atención a los dilemas implícitos en una política de «compromisos limitados» en un<br />

tiempo de rápidos y convulsivos cambios sociales, políticos y tecnológicos.<br />

En efecto, durante el período napoleónico, las condiciones de la tecnología<br />

militar hacían posible que el juego político, la trabazón de coaliciones y la<br />

manipulación de los arreglos aconteciesen parsimoniosamente, sin excesivos<br />

sobresaltos, permitiendo un mayor equilibrio entre la toma de decisiones políticas y el<br />

apresto de los aparatos militares. Pero ¿qué podía ocurrir dadas otras condiciones,<br />

en que la tecnología bélica y nuevas doctrinas estratégicas se combinasen para<br />

posibilitar victorias rápidas, decisivas y traumatizantes dentro de un contexto político<br />

mucho más complejo e imprevisible? Hasta el momento de la invasión a Polonia en<br />

1939, Hitler confió en que sería capaz de evitar una guerra contra todos sus<br />

enemigos en forma simultánea.<br />

____________________________________________________________________<br />

9. Ibid., pp. 53, 54.<br />

10. Ibid, p. 54<br />

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