Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
también había sido ocupada así como extensos territorios hacia el este. El costo<br />
había sido muy alto, y los beneficios obtenidos no podían simplemente ser<br />
abandonados, a pesar del estancamiento de los frentes de batalla. La guerra siguió<br />
su curso y a medida que aumentaban sus costos humanos y materiales se<br />
acrecentaba para todos los gobiernos la necesidad de justificarlos. El llamado de<br />
Presidente norteamericano Wilson para una «paz sin victoria» no podía ser aceptado<br />
por los estadistas europeos.<br />
La idea de una guerra corta y decisiva fue sustituida por la idea de una guerra<br />
de desgaste: mientras más larga y cruel fuese la masacre, mayores serían las<br />
posibilidades de que uno de los bandos desistiese. En 1916, las batallas de Verdún y<br />
el Somme infligieron 1.700.000 bajas a los combatientes, a cambio de mínimos<br />
avances. Ya para esta fecha, el poco control político que en algunos momentos se<br />
había ejercido sobre la guerra estaba irremisiblemente perdido.<br />
Elementos Básicos de una Nueva Concepción Estratégica<br />
Las teorías estratégicas predominantes antes de 1914 compartieron casi en su<br />
totalidad dos errores igualmente cruciales. En primer lugar, la exaltación del espíritu<br />
ofensivo como un valor en sí mismo, y de la ofensiva como la forma primordial de la<br />
guerra, sin tomar en cuenta que la relación entre ofensiva y defensiva está sujeta a<br />
cambios a través de la historia, y que el carácter decisivo de uno u otra forma de<br />
guerra depende de las circunstancias tecnológicas, políticas y sociales existentes en<br />
un período determinado. El segundo error estuvo en la subestimación de los nuevos<br />
desarrollos en materia de artillería y armas de repetición, y en la falta de<br />
comprensión acerca del poder que estas armas, así como las redes de trincheras,<br />
otorgaban a la defensa. Conceder a la ofensiva o la defensiva un valor absoluto es<br />
una grave equivocación; en toda guerra se dan situaciones en que es oportuno<br />
atacar o defenderse; la defensa no tiene porqué ser considerada una manera pasiva<br />
de hacer la guerra; en determinadas condiciones, una defensa activa, con<br />
contraataques, una vez que el adversario se ha sobre extendido en su ofensiva,<br />
puede proporcionar las mejores posibilidades de retomar la iniciativa en los<br />
combates.<br />
Los generales que estimulaban el culto ciego a la ofensiva perdían de vista<br />
que los enormes bombardeos preparatorios de artillería sacrificaban por completo la<br />
movilidad y la sorpresa estratégica en aras de la concentración y el poder de fuego.<br />
Durante la Primera Guerra Mundial, las grandes ofensivas se iniciaban con<br />
bombardeos de artillería que usualmente duraban varias horas. Esos ataques eran la<br />
mejor indicación para el contrario de que una ofensiva se avecinaba; éste entonces<br />
tomaba refugio, aguardaba el fin del bombardeo guarecido en sus trincheras, y<br />
preparaba sus armas para recibir a la infantería y cerrarle el paso.<br />
Los frentes se estancaron e hicieron infranqueables a la infantería; era<br />
necesario dar de nuevo movilidad a la guerra y encontrar la fórmula de penetrar las<br />
9